Querido amigo y amiga:

Unos diez millones de cristianos en todo el mundo acaban de iniciar un estudio que ha de durar 13 semanas, relativo al nuevo pacto (pacto eterno, o pacto de la gracia), versus viejo pacto. Será un maravilloso estudio si es que se llega a hacer la clara distinción entre los dos. Dado que significa lo mismo que distinguir entre el evangelio en su pureza, y la confusión del galacianismo, nada puede ser más importante que eso.

"Son los dos pactos; el uno ciertamente del monte Sinaí, el cual engendró para servidumbre, que es Agar" (Gál. 4:24). ¿Puede ese pacto que engendra servidumbre ayudar al pacto eterno, el de Abraham, cuyo hijo nació por la promesa? "Como entonces el que era engendrado según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo; porque no será heredero el hijo de la sierva con el hijo de la libre" (29 y 30). No. Los esfuerzos del hombre (Eliezer, Agar, Ismael) no podían ayudar a Dios, y el legalismo no puede ayudar a la justificación por la fe.

Los que están bajo el viejo pacto, poco importa cuál sea la religión que profesen, están en "esclavitud", dice el libro de Gálatas. Su condición espiritual es idéntica a la del antiguo Israel junto al Sinaí. Pueden profesar formar parte del pueblo de Dios, pueden procurar guardar sus mandamientos, pueden creer que están adorando a Dios, pero su experiencia cristiana consiste en altibajos, más frecuentemente en "bajos" que en "altos". El antiguo Israel estaba continuamente retrocediendo, arrepintiéndose, pidiendo perdón, intentándolo de nuevo, disfrutando de un efímero período de reavivamiento para caer de nuevo en la apostasía... Jesús describe la experiencia del viejo pacto en los últimos días, en términos de "tibieza". Puedes imaginar lo deplorable de esa situación al comprobar que produce nauseas a Cristo (Apoc. 3:14-19).

La única forma posible en que en estos últimos días podamos resultar plenamente reconciliados y nuestra devoción por él deje de ser tibia, es, como "dice la Escritura", "Echa[r] fuera" nuestra forma de pensar según el viejo pacto, y abrazar la verdad del nuevo. El gran sacrificio eterno que hizo Jesús en la cruz, debiera ciertamente despertar en sus seguidores una devoción mucho más entusiasta de la que Cristo puede señalar en su pueblo, ante el universo no caído. ¡Para él debe ser doloroso! ¿Imaginas la embarazosa situación de un novio que espera en vano junto al altar, porque la que ha de ser su esposa "tiene su cabeza en otra parte", y un corazón tibio hacia él?

"Un poco de levadura fermenta toda la masa" (Gál. 5:9). Un poco de legalismo convierte el nuevo pacto en el viejo. Un poco de tus promesas, añadidas a las promesas de Dios...; un poco de tu obediencia, añadido al sacrificio de Cristo, y... ¡despareció el evangelio! Si alguien te hace un regalo y se lo intentas pagar, desaparece el regalo ¿no es así? El pacto de la gracia no es una lista de obligaciones mutuas entre Dios y tú. Es simplemente SU promesa, SU don eterno de salvación en Cristo.

"El pacto previamente ratificado por Dios en Cristo no puede ser anulado por la ley, la cual vino cuatrocientos treinta años después; eso habría invalidado la promesa, porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios se la concedió a Abraham mediante la promesa" (Gál. 3:17 y 18).

No puedes responder a una promesa obedeciéndola. Sólo puedes responder a una promesa CREYÉNDOLA. Tu obediencia no forma parte del pacto (ya no sería el pacto de la gracia). Al creer, al aceptar su promesa, al cuidar, al guardar SU pacto, recibes a Cristo por la fe. ¿Qué sucede entonces?, "¿por la fe invalidamos la ley? ¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la ley" (Rom. 3:31). Esto es lo que sucede cuando permanecemos en SU pacto:

"Nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo" (Heb. 13:20 y 21). Al cual sea por siempre la gloria. Amén.

R.J.W.-L.B.