Querido amigo y amiga:

En los países con economía de mercado resultamos saturados de invitaciones a poseer toda clase de artículos, necesarios o no; pero no podemos disponer de ninguno de los objetos que se nos ofrecen a menos que primeramente nos acerquemos y paguemos su precio. Si no damos ese primer paso, todo aquello que se nos ofrece es en vano, y en lo que respecta a nosotros resulta irrelevante.

Muchos han llegado a pensar en la salvación de Dios en términos parecidos. Según su comprensión, lo que logró Cristo con su sacrificio en la cruz es hacer una "oferta" que no nos supone beneficio alguno, a no ser que tomemos primeramente la iniciativa de venir y tomarlo. Muchos deciden simplemente que no quieren "implicarse" en esa oferta, como si el asunto no fuera con ellos a menos que así lo elijan: puesto que se trata de una mera oferta, deciden ignorarla.

No solemos sentir gratitud alguna hacia el vendedor que nos ofrece su mercancía, y si finalmente la adquirimos, sentimos que seguimos sin deberle nada, puesto que hemos pagado su precio. Estamos "en paz". ¿Es la salvación en Cristo una "oferta" como esa? Muchos sienten que Cristo no ha hecho nada por ellos a menos que acepten su "oferta", y si finalmente la aceptan, mediante su acto de aceptar cumplieron su parte en la transacción. Al sentir de ese modo, la mejor devoción de la que somos capaces está tipificada en la Biblia como "tibieza".

Durante cientos de años, esa ha sido la comprensión más común en el cristianismo popular. Pero los libros de Romanos y Gálatas nos presentan una realidad muy diferente. "La paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rom. 6:23). ¿Es una "oferta", o es una "dádiva"? ¿De qué te habla el capítulo 5 de Romanos, de la oferta, o del don?

El sacrificio de Cristo afecta vitalmente a toda persona, sea o no que crea. Nadie puede elegir no estar "implicado" en él, aunque pueda elegir despreciarlo y rechazarlo. No se trata de una mera "oferta", sino de un don que Dios ha dado a todos, sin excepción. Dios ha puesto el don de su Hijo en las manos de todos y cada uno de los seres humanos que vienen a este mundo, y cada uno es responsable por su apreciación de ese don supremo. La Biblia especifica cuál será la causa última de la condenación de todo el que se pierda finalmente (Mar. 16:16; Juan 3:18; 8:24; 16:9; 2 Cor. 4:3 y 4; 2 Tes. 2:12).

Cristo pagó ya el precio de tus pecados, y el de los pecados de todo ser humano. Por lo tanto, la gran pregunta en relación con el destino eterno de cada uno, y que Dios hace a toda persona, no es primariamente ‘¿Qué vas a hacer con tus pecados?’, sino ‘¿Qué vas a hacer con mi Hijo?’ ‘¿Qué vas a hacer con todo lo que te he dado en Cristo, al precio de su preciosa sangre?’ Desde luego, supera ampliamente lo que es el ámbito de aceptar o ignorar una "oferta".

Efesios afirma que Dios "nos bendijo" "en Cristo" "antes de la fundación del mundo", "según el puro afecto de su voluntad". Con su gracia, "nos hizo aceptos en el Amado" (1:3-7). ¿Nos concede Dios el don cuando creemos? "Él nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos" (2 Tim. 1:9). Quizá te sorprenda que la entrega de su gracia se adelantase tanto al hecho histórico de la muerte de Cristo en el Calvario, pero recuerda, Cristo es el Cordero que fue inmolado desde la fundación del mundo (Apoc. 13:8). En todo caso, la gracia no te viene al creer, y no conviertes a Jesús en tu Salvador al aceptarlo. La razón, naturalmente, es que Cristo es ya el Salvador del mundo (1 Juan 2:2; 4:14; 1 Tim. 4:10; Juan 4:42).

De igual forma en que no podemos ignorar la condenación de todos los hombres en Adán, no podemos ignorar el rescate pagado por todos los hombres en Cristo, el "postrer Adán" (Rom. 5:10, 18; 2 Cor. 5:14, 19; 1 Cor. 15:22).

¿Estamos sugiriendo que no es necesaria nuestra fe? No. Estamos diciendo que es la sangre de Cristo, y no nuestra fe lo que paga el precio de nuestra redención. La mente carnal es capaz de convertir la fe en una "obra". ¿Estamos sugiriendo que se salvarán todos? No. Estamos diciendo que no es lo mismo aceptar o rechazar una "oferta", que aceptar o rechazar un Don, el don de Dios en Cristo, quien llevó tus pecados en su cuerpo sobre el madero, quien te compró ya. ¿Le negarás aquello que es suyo?

R.J.W.-L.B.