Querido amigo y amiga:

¿Te has preguntado alguna vez por qué Joab (el general del ejército del rey David) no dudó en matar al rebelde Absalón, al verlo suspendido de la rama de un árbol? (2 Sam. 18:9). Joab no convocó en esa ocasión ninguna junta de generales, ni se encomendó a nadie más. En el preciso instante en que vio a Absalón colgando del árbol, decidió que ese hombre no era digno ni siquiera de pasar su vida en prisión o en el exilio, sino que merecía la muerte. Así fue como le clavó los tres dardos en el corazón. El rey David le había rogado específicamente que respetara la vida de su hijo Absalón, pero a pesar de ello Joab parecía estar seguro de su obligación.

Cierto día pregunté a un grupo de niños si podían explicarme el porqué de esa acción fulminante de Joab. "Lo odiaba". "No quería que Absalón llegara a ser rey". "Se precipitó", me respondían. Aún pudiendo haber verdad en sus respuestas, ninguno de ellos dio la auténtica razón.

Se encuentra en Deuteronomio 21:22 y 23. Es una ley comunicada por Moisés: "Maldito por Dios es el colgado". Pablo no ignoraba esa disposición divina: "Maldito todo el que es colgado en un madero" (Gál. 3:13). Era una creencia firme y arraigada.

Por lo tanto, cuando Joab vio a Absalón suspendido del árbol, balanceándose impotente, supo inmediatamente que se hallaba ante un juicio de Dios, no sólo referente a la conspiración política contra la corona, sino a la propia persona de Absalón. Había resistido de forma continua y persistente la convicción del Espíritu Santo. Había cometido eso que Jesús denominó el "pecado contra el Espíritu Santo".

¿Conoces de algún otro que haya sido "maldición de Dios"? Uno de los niños a quienes pregunté, respondió: "Sí: Jesús". Efectivamente. Eso es lo que convirtió a su muerte en algo tan indescriptiblemente terrible. Se trataba de infinitamente más que el dolor físico que tantos mártires han conocido. Estaba descendiendo por el valle de sombra y de muerte, hacia el horror del abismo sin fondo de la separación eterna de Dios. Estaba sufriendo la muerte "segunda" o definitiva que de no ser por él, hubiéramos tenido que sufrir tú y yo. ¿Puedes permanecer indiferente a ese amor?

R.J.W.