Querido amigo y amiga:

El rey Ezequías fue uno de los grandes hombres que este mundo ha conocido. Su reinado en el trono de David llevó a Jerusalem tan cerca del cielo como se pueda imaginar. Ezequías fue un gran administrador, y también un reformador espiritual, así como un dirigente cuyas oraciones fueron milagrosamente contestadas en numerosas ocasiones. "Fue prosperado Ezequías en todo lo que hizo" (2 Crón. 32:30). Es notable que Dios concediera a su biografía 15 o 16 páginas en la Biblia, mientras que es frecuente encontrar un simple versículo o acaso una frase, dedicados a otros grandes hombres.

Pero "se le subieron a la cabeza" su gran obra y triunfo espirituales. Su historia nos debiera hacer temblar. Sólo contaba con 39 años cuando llegó a la cima de sus éxitos. Poderoso, inmensamente rico, amado por su pueblo, respetado por el mundo y bendecido por Dios.

Si tienes una edad similar, "acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud" (Ecl. 12:1). Ezequiel llegó a estar tan ocupado en administrar las bendiciones de Dios, que olvidó leer los salmos de David, uno de los cuales es una oración y dice: "Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame en el camino eterno" (Sal. 139:23 y 24). ¡Cómo! ¿Podía albergar alguna "perversidad" el corazón de Ezequías sin que este lo supiera? Dios había puesto el sello de su aprobación sobre él...

Ezequías estaba demasiado ocupado haciendo el bien, y detenerse a estudiar los salmos requería tiempo. Cuando lo afectó el cáncer, u otra enfermedad mortal, todo lo que fue capaz de hacer fue recordar sus buenas obras, señalar su "integridad", su "fidelidad", su aparente perfección (2 Reyes 20:2 y 3). Ezequías hizo entonces el equivalente a un envío masivo de e-mails: "orad por la sanación del rey". Y una vez más ocurrió el milagro: fue sanado.

"Pero... Dios lo dejó, para probarle y conocer todo lo que estaba en su corazón" (2 Crón. 32:31). No era Dios quien necesitaba saberlo, sino el propio Ezequías, y también nosotros ("Laodicea") necesitamos saber que nuestro gran pecado es uno del que "no sabes" (Apoc. 3:17). En los 15 años que Ezequías vivió de más, deshizo todo el bien que realizara en los 29 precedentes, engendró a Manasés, y preparó el trono para la ruina nacional que finalmente sobrevino.

¿Las buenas nuevas? En Apocalipsis 3:18-21.

R.J.W.