Querido amigo y amiga:

Nos resulta muy fácil olvidar que Jesús fue una vez adolescente. Pero a penas comenzamos a pensar en ello, y ya surgen cuestiones inmediatamente: ¿Qué tipo de adolescente? ¿Fue realmente humano? ¿Tuvo hormonas? ¿Fue realmente varón? ¿Era un ser pusilánime? ¿Permitía que sus compañeros ejercieran violencia contra él, sin resistirse? ¿Se prestaba al intercambio social propio de la edad, o se recluía en su hogar-escuela? ¿Se aventuraba a alejarse de su entorno familiar? ¿Era el "aguafiestas" del barrio?

El problema radica sobre todo en nuestra incapacidad para comprender que el Hijo de Dios pudiera ser a la vez plenamente humano y plenamente divino. Durante los dos milenios que nos preceden, la idea predominante ha querido que Jesús estuviera "exento" de heredar el ADN común a todo ser humano. Eso, con el fin de separarlo de toda implicación en nuestra humanidad falible, pecaminosa. Según eso, la tentación, para él, no debió ser tentación. No pudo ser un adolescente que comprendiese plenamente cómo sienten los otros adolescentes. Había de estar tan separado de ellos, como lo está el águila que vuela por encima de las cumbres, de las gallinas que revolotean por el prado sin lograr separarse del suelo (el águila no es de la simiente de las aves de corral, según la carne -Rom. 1:3-).

Esa idea ha logrado que, para los adolescentes del mundo de hoy, la persona de Jesús venga a convertirse en algo así como el monje de clausura confinado a los muros de un monasterio. Es el tipo de adolescente tan diferente a ellos, tan alejado, que no puede tener nada que ver con sus problemas, sentimientos y tentaciones. No vale la pena perder el tiempo molestándolo en su peculiar y santa circunstancia; mejor buscar ayuda en otra parte... Incluso en el caso de que él pudiera hablarles, lo haría tratándoles de usted y escandalizándose de la conducta vergonzante del atrevido interlocutor.

Pero la Biblia presenta a Jesús como a un adolescente plenamente humano, tanto como plenamente divino. Alguien que puede compadecerse de las debilidades de cualquier adolescente, que padeció cuando él mismo era tentado, y que fue tentado en todo como lo es cada adolescente. Alguien que puede mostrarse paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también estuvo rodeado de debilidad (Heb. 2:18; 4:15 y 5:2). Jesús sabe por experiencia cómo socorrer a cada adolescente que "es tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido" (Sant. 1:14). Jesús supo la lucha que tiene el joven con su "yo", con su propia voluntad. Cuando entró en el mundo, mediante el "cuerpo" que el Padre le proveyó en su nacimiento, fue para hacer la voluntad de su Padre, y no la suya (Heb. 10:5, 7 y 9; Juan 5:30; 6:38; Mat. 26:39; Luc. 9:23; Rom. 15:3). Jesús fue el perfecto Ejemplo en crucificar cada día la carne con sus afectos, negar el "yo" y someterlo gozosamente a la voluntad de su Padre. "Él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca", pero el secreto de esa victoria no fue la posesión de una carne santa inasequible a los mortales. El camino a esa victoria es tal, que Pedro lo pone como "ejemplo", para que cada joven puede transitar por él siguiendo sus "pisadas" (1 Ped. 2:21 y 22). Los caminos del águila al surcar el cielo nunca son un buen ejemplo para las gallinas del prado; pero en contraste, tú PUEDES seguir las pisadas de Jesús. A muchos les parece locura, pues ese camino le llevó directamente a la cruz. Allí entregó su vida el Salvador para atraer a todos hacia sí mismo. Gracias a eso, hoy puedes elegir entre seguir el camino de tu propia voluntad y satisfacción del yo (transitando ese camino es inevitable pisotear al Redentor crucificado), o bien permitir que tu "yo" sea crucificado juntamente con Cristo, y que Cristo viva en ti.

R.J.W.-L.B.