Querido amigo y amiga:

Se trata de un asunto chocante y ciertamente controvertido: lo que se ha venido conociendo como "evangelio", son en realidad mucho mejores nuevas de lo que la mayoría pudo imaginar. Una idea falsa infiltró paulatinamente la iglesia apostólica, hasta que la idea original de "evangelio" ha venido a convertirse en una joya empolvada y olvidada, digna de la mayor atención.

Cuando el evangelio hizo su eclosión, se acusó así a los apóstoles de Cristo: "trastornan el mundo entero" (Hech. 17:6). No era debido a su personalidad ni a su formación académica. Era debido a su identificación con una idea que en sí misma era revolucionaria. Fue Jesús mismo quien dijo: "Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos está irrumpiendo con violencia, y violentos lo arrebatan" (Mat. 11:12). Sucedía un notable fenómeno: Aquellos que discernían la voz del Buen Pastor, al oír su mensaje, lo amaban y se entregaban a él con toda su energía. Las Buenas Nuevas contenían algún ingrediente capaz de liberarlos de cualquier inhibición, y de transformarlos en formidables, gozosos e intrépidos comunicadores.

Por otra parte, aquellos que aborrecían la idea, lo hacían también de forma radical, persiguiendo violentamente a quienes la amaban. Los cristianos eran arrojados a los anfiteatros, para librar desigual batalla con los leones, ante la salvaje delicia de sus verdugos. La humanidad quedó dividida ante esa aparentemente extraña idea de un evangelio constituido por Nuevas mucho mejores y mucho más universales de lo que jamás hubiera antes soñado. La Biblia era leída con pasión santificada, como siendo el diario de las últimas noticias, y los que la amaban nunca podían tener bastante de ella. La "televisión" y los "videos" de sus días pasaron de repente a convertirse en lo más monótono y aburrido. Tal era la intensidad de la emoción que les producía el descubrimiento de las buenas nuevas, que los carros y gladiadores que en otro tiempo les habían divertido, recuperaron para ellos su justa insignificancia.

Lo que hacía que las buenas nuevas fueran como dinamita espiritual rebosante de poder, fue el descubrimiento de lo que Dios EFECTUÓ por la raza humana, en Cristo.

Este es el testimonio de alguien que resultó impresionado por las Buenas Nuevas, y que dedicó su vida a darlas a conocer: "Dios dirigió su mirada a la humanidad, no como a algo vil y sin mérito; la miró en Cristo, y la vio como podría llegar a ser por medio del amor redentor. Reunió todas las riquezas del universo, y las entregó para comprar la perla... Todas las cosas son de Dios, no sólo por la creación, sino por la redención. Todas las bendiciones de esta vida y de la vida venidera nos son entregadas con el sello de la cruz del Calvario... Todos los hombres han sido comprados por ese precio infinito. Al derramar todos los tesoros del cielo en este mundo, al darnos en Cristo todo el cielo, Dios ha comprado la voluntad, los afectos, la mente, el alma de cada ser humano. Todos los hombres pertenecen a Dios, ya sean creyentes o incrédulos... Los dones ya son nuestros en Cristo... Diariamente todo el mundo recibe las bendiciones de Dios" (PVGM 90, 296, 262, 263, 243).

Sea que lo sepa o no, todo ser humano debe todo cuanto es y cuanto tiene, cada rayo de sol, cada respiración, cada pan, cada vaso de agua, al inmenso amor de Dios manifestado en la dádiva de su Hijo único. Observa que ese sacrificio eterno hecho por Jesús en la cruz, eficaz para conceder la vida eterna a quienes lo acepten, es precisamente el mismo que mantiene hoy con vida a cada ser humano, y que lo bendice y rodea de una atmósfera de gracia, a fin de que pueda hacer su decisión por Jesús. No necesitamos "convencer" a nadie de que, en caso de que sea fiel, constante y sacrificado; en caso de que haga bien cierta cosa, será ricamente bendecido en el más allá. Le señalamos sencillamente cómo "ciertamente Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí, no imputándole sus pecados" (2 Cor. 5:19). No es una posibilidad, sino un hecho. El evangelio no es la perspectiva de un largo y difícil camino hasta que seas posiblemente redimido en el futuro; es la realidad de Aquel que te ama y te busca, y te bendice cada día y a cada instante, diciéndote: "Yo deshice como a una nube tus rebeliones y como a una niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo TE REDIMÍ" (Isa. 44:22). No te estamos presentando a nuestro Redentor, sino al que ¡es ya TU Redentor, al Redentor del mundo! Sí. Seas quien seas, y seas como seas, Cristo te ha redimido. Lo atestigua el hecho de que ¡estás vivo! Si puedes leer esto, eres suyo, y Cristo te dice: "Dame, hijo mío, tu corazón"

R.J.W.-L.B.