Querido amigo y amiga:

¿Cómo comprender y creer el Nuevo Pacto? Tu felicidad presente y futura depende de ello. Jesús dijo: "De tal manera amó Dios al mundo... para que todo aquel que en él cree no se pierda..." Creer en él significa creer que él mismo es la Buena Nueva, la esencia del Nuevo Pacto.

La confusión en cuanto a los dos pactos desaparece como la bruma de un día nublado ante la salida del sol, al prestar atención a esto: ¿QUIÉN HACE LA PROMESA?

(1) Si tú o yo hacemos la promesa a Dios, inmediatamente es Viejo Pacto. Es Pedro prometiendo que nunca negará a Cristo, y negándolo sin dar tiempo a que el gallo cante tres veces. Es "todo el pueblo" prometiendo en el Sinaí, "Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos", para postrarse a los pocos días a adorar el becerro de oro. El problema es así de simple: Nosotros, los humanos, no cumplimos nuestras promesas. De hecho, no podemos, puesto que no tenemos justicia ninguna por nosotros mismos. No podemos pretender que el Señor acuda en ayuda de nuestras resoluciones del Viejo Pacto, por la misma razón por la que Abraham no podía ayudar mediante Ismael, el hijo de la carne, en el cumplimiento de la promesa del Nuevo Pacto que Dios le hiciera mediante Isaac. Sólo podemos tratar con el Señor, aceptando la premisa de que él es quien lo tiene todo, y quien lo da todo. Jamás es un trato entre iguales. Jamás le podemos pagar, o devolver. Cuando nos entregamos enteramente a él, hemos de tener la clara conciencia de que no somos nada, y de que no le damos NADA; y al contemplar cómo él se nos dio a nosotros, hemos de reconocer igualmente que él lo es todo, y que él nos lo da TODO. El que sabe que por sí mismo no es nada, ni posee nada, no puede prometer NADA; y puede recibirlo TODO.

Algunos se preguntan: ‘¿Qué hay de malo en hacerle promesas a Dios, aún si no podemos cumplirlas?’ Algunas cosas: Primeramente, que Dios jamás nos ha pedido que se las hagamos. Pablo declara que el Viejo Pacto, en contraste con la promesa hecha por Dios, "engendró para servidumbre" (Gál. 4:21-31). Fue el principio de una triste historia prolongada por siglos, en la que el Israel antiguo sirvió en la cautividad, acabando por crucificar al Mesías. El que piensa que el Viejo Pacto y el Nuevo son lo mismo, ¡confunde la libertad con la esclavitud!

(2) Cuando es Dios quien hace la promesa, estás ante el Nuevo Pacto. En creerlo hay libertad; no esclavitud. Es el evangelio, la Buena Nueva. Puesto que no es una lista de deberes ni de obligaciones o prohibiciones, sino una promesa (SU promesa), sólo hay una forma de "obedecerla", que es CREERLA. ¡No puedes HACERLA! "Mas al que no obra, pero cree en aquél que justifica al impío, la fe le es contada por justicia" (Rom. 4:5). Esa comprensión es contraria a la inclinación de nuestra carne, porque abate el orgullo del hombre hasta el polvo, y despierta ciertamente la enemistad del "mundo" (Gál. 4:28 y 29). Alguien preguntó a Jesús: "Qué haremos para que obremos las obras de Dios?" (Juan 6:28). Observa su respuesta en el versículo 29. Lee atentamente Hebreos 13:21, y observa quién es el que OBRA: "...os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo". "Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2:12). Él es quien promete, y él es quien cumple, quien hace, quien obra. ¡Créelo!

R.J.W.-L.B.