Querido amigo y amiga:

Juan 3:16 nos enseña más y más sobre el significado de "creer". Muchos hay, que temen no creer lo necesario como para recibir la bendición que el versículo encierra. He aquí algunas claves:

(1) Nunca te jactes, asumiendo de forma superficial que ya crees con todo tu corazón. La triste realidad para los humanos es que no conocemos nuestro corazón. Pedro aseguró a Jesús que, aunque todos lo negaren, él no lo haría. Lo sentía así ¡de todo corazón!

(2) Hay una corta oración que es importantísimo conocer. Tanto, que puede significar la diferencia entre la salvación y la perdición. La formuló un padre angustiado, en uno de sus momentos más amargos. Un inspirado autor afirmó que nunca pereceremos mientras oremos así (DA 396). Es ésta: "Creo; ayuda mi incredulidad" (Mar. 9:24).

(3) Dios se deleita en ver en nosotros hasta la más tenue evidencia de que ha brotado la fe auténtica y genuina. Dijo Jesús que si tuviéramos fe como un grano de mostaza, recibiríamos respuesta a nuestras oraciones (Mat. 17:20). Pero debes actuar según ese germen de fe, te has de comprometer en ella. Si la cultivas, confiarás ciertamente en el Señor. La confianza es una parte de la fe, pero es imposible que se dé la confianza, a menos que aprecies cierta cualidad bondadosa en la Persona que te hizo el don y la promesa. La fe incluye reconocer y confesar la bondad de Dios (Heb. 11:6).

(4) Eso nos lleva a una mejor comprensión de la fe: la fe es la respuesta humana ante el don de Dios manifestado en Cristo, es el acto del corazón por el cual apreciamos el carácter de amor de Dios. Juan 3:16 nos dice: "De tal manera AMÓ Dios al mundo, que ha DADO a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él CREE no se pierda, sino que tenga vida eterna". En otras palabras, todo corazón que aprecie la forma en que Dios ha AMADO al mundo, expresado en lo que ha DADO por su salvación, recibe en su corazón esa semilla de la verdadera fe. CREE, si así lo decide. Pero no es un simple y frío acto de la mente, pues "con el corazón se cree para justicia" (Rom. 10:10). ¿El secreto? Comprender las dimensiones del amor de Cristo (Efe. 3:14-21), y cultivar esa delicada planta que el Señor plantó en tu corazón, esa "medida de fe que Dios repartió a cada uno" (Rom. 12:3). Sí. "A cada uno". No te olvidó, no te pasó por alto. Tan ciertamente como habitas en este mundo, Jesús te alumbra con el conocimiento de su bondad (Juan 1:1-12). ¡Créelo!

(5) La fe auténtica posee dinamita en su interior. Se pone a la obra inmediatamente (Gál. 5:6). Produce obediencia a todos los mandamientos de Dios. No está motivada por el temor, sino por el amor (y el perfecto amor echa fuera al temor, 1 Juan 4:18). Las obras son motivadas por una profunda y sincera apreciación de lo que costó al Hijo de Dios nuestra salvación. Acudir a Dios con fe es tan sencillo como apreciar la forma en la que él acudió hasta donde estamos nosotros, en Cristo, el autor y consumador de la fe (Heb. 12:2).

R.J.W.-L.B.