Querido amigo y amiga:

Desde todo ángulo imaginable nos llega la convicción de estar en necesidad de arrepentimiento, como pueblo de Dios:

(1) Millones de cristianos están estudiando el libro de Amós, y la triste realidad de que el antiguo Israel rehusó arrepentirse hasta que toda la nación resultó corporativamente destruida por los Asirios. El mensaje de Amós lleva en sí mismo la evidencia de constituir verdad actual. Aquellas diez tribus se perdieron para la historia. Es saludable que meditemos en ello, y que nos humillemos ante Dios.

(2) Lado a lado junto al desastre del Reino del Norte, tenemos la historia del Reino del Sur (Judá). Lo que Amós fue para Israel, lo fue Jeremías para Judá (2 Crón. 36:14-16). El afligido Jeremías tuvo que contemplar la quema del templo y la destrucción de la ciudad, así como a su pueblo llevado cautivo a Babilonia. Fue un desastre colosal, lo opuesto a las bendiciones que Dios prometiera a Israel en el nuevo pacto (Gén. 12:1-3). Tal fue el fruto de su mentalidad y de la actitud de su corazón. Acabaron por crucificar al Señor de la gloria. Hoy nos parece increíble la miopía espiritual del antiguo Israel, sin embargo, a la vista de Apocalipsis 3:14-21, queda por determinar si la nuestra es menor, y aún menos disculpable.

(3) La Palabra revelada indica claramente que nunca fue la voluntad de Dios que el Islam, con su filosofía anticristiana, hubiese de ser hoy, por mucho, la religión que está creciendo más rápidamente en el mundo (circunstancia que nos debiera liberar del autoengaño de pensar que expansión numérica es equivalente a bendición del Espíritu Santo). El mismo proceso de apostasía que infiltró Israel ha leudado la iglesia cristiana por siglos, mediante la introducción solapada de conceptos paganos. ¿Ha llegado al punto que describe 2 Crón. 36:16, en el que "no hubo ya remedio"?

Sí, y no.

I/ El segundo ángel de Apocalipsis 14 (vers. 8) proclama: "Ha caído, ha caído Babilonia". En el lenguaje del Antiguo Testamento, "¡Huid de en medio de Babilonia! ¡Poneos a salvo, para que no perezcáis a causa de su maldad!... embriagó a toda la tierra... de su vino bebieron los pueblos; se aturdieron las naciones. ¡De repente cayó Babilonia y se hizo pedazos!... CURAMOS A BABILONIA, PERO NO HA SANADO. ¡DEJADLA YA!" (Jer. 51:6-9, ver también Apoc. 18). Babilonia acabará finalmente crucificando de nuevo a Cristo, representado en sus santos sobre la tierra, cuando imponga lo que Apocalipsis llama "la marca de la bestia".

II/ Laodicea, la última iglesia de la historia, es "tibia", es patéticamente inconsciente de su desgraciada condición en esta hora de crisis, e insiste en contradecir el testimonio de quien no puede equivocarse. Pero en marcado contraste con Babilonia, "Israel y Judá NO HAN ENVIUDADO DE SU DIOS, Jehová de los ejércitos, aunque su tierra fue llena de pecado contra el Santo de Israel" (Jer. 51:5). Por más detenidamente que leas tu Biblia, no encontrarás jamás una amonestación que diga ‘Ha caído Laodicea, salid de ella’. Pero encontrarás esta otra: "Sé pues celoso, y arrepiéntete". Buenas nuevas, si aprendemos de las lecciones de nuestra historia.

R.J.W.-L.B.