Querido amigo y amiga:

El mundo próspero teme la amenaza que se cierne sobre su economía. No se trata simplemente de una recesión, sino de una verdadera depresión.

Algunos de los que vivimos aún, recordamos lo que era una casa sin electricidad, sin agua corriente, sin instalación sanitaria (era preciso ir al patio de atrás, o al corral). No sabíamos lo que era un supermercado. Nuestras jóvenes generaciones encuentran muy difícil imaginar la vida en esas condiciones. Pero el hecho es que existe aún en nuestros días. Afganistán es un ejemplo.

Si no conociste la civilización de la abundancia en la tierra que fluye leche y miel, si no has conocido otra cosa excepto la pobreza, no te afectará la perspectiva de depresión económica en igual medida que a aquellos que han vivido entre la riqueza y el lujo. Aún así, puedes temer perder alguna de las cosas que hasta ahora habías dado por segura. Y un temor de esa naturaleza egocéntrica está siempre acechando, en procura de producir su amargo fruto.

¿Necesitas ánimo y valor? Dirige tu mente y corazón a Jesús de Nazaret, el Salvador del mundo. Identifícate con él. Vive con él. Siente su proximidad. No tuvo lugar sitio donde recostar su cabeza, ni siquiera el equivalente a una tienda de campaña donde hacer residencia, o a una bicicleta con que desplazarse. La ropa que vestía era toda su posesión material, al ser entregado a la muerte.

Siente profundo agradecimiento por toda comodidad y necesidad cubierta de las que hayas disfrutado, y reconoce desde lo profundo de tu alma que todas las bendiciones de las que gozas son el fruto de su sacrificio por el mundo. Reconoce la gracia del Señor Jesucristo, que por amor a ti se hizo pobre siendo rico, para que tú, con su pobreza, fueras enriquecido (2 Cor. 8:9). Para darte la ropa que vistes, tuvo que colgar desnudo sobre la cruz. Rodearte con su manto de justicia le costó sufrir en tu lugar el castigo del pecador. "El pan de Dios es aquel que descendió y da vida al mundo" "Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en nosotros" (Juan 6:33, 53). ¡Es cierto! Toda la vida has estado comiendo a su mesa, sea que lo supieras o no. Todo se lo debes a él, tanto si crees, como si eres incrédulo.

¿No es acaso ya tiempo de que el mundo se de cuenta de cuál es la verdadera Fuente de esa vida que tan irreflexivamente disfrutamos? Apocalipsis 18:1-4 señala la próxima llegada de ese tiempo en el que "la tierra" ha de ser "alumbrada con su gloria". El último mensaje de clemencia que ha de darse al mundo es precisamente una revelación del carácter de amor de Dios. Para cooperar con él en las horas finales, es preciso que tengas tus pies puestos en "la tierra", y la mente puesta en "su gloria".

R.J.W.-L.B.