Querido amigo y amiga:

El New York Times publicó recientemente un artículo: "Cuidado con los torpes que se creen estrellas". David Dunning, profesor de psicología en la universidad de Cornell, ha hecho estudios que demuestran que aquellos que se creen competentes, generalmente no lo son. "Su incompetencia les priva de la habilidad para discernir la realidad de su limitación". "Las personas que hacen mal las cosas suelen estar increíblemente satisfechas de sus capacidades; más satisfechas, de hecho, que las que las hacen bien... de forma que lo pasan mal por doble partida... El que está privado del sentido del humor, insiste en contar chistes sin gracia ninguna, el mal comerciante se lanza repetidamente a operaciones que terminan en pérdida, el político desmañado no se pierde una comida de trabajo en las campañas electorales... Los que obtuvieron una puntuación más baja en los test de lógica, gramática y humor, eran los que más frecuentemente sobreestimaban de forma descomedida lo "bien" que habían respondido... Ante la incompetencia de alguien, las normas sociales impiden a casi todos decirle: "¡pedazo de alcornoque!", por más verdad que contenga esa valoración". Y, dice Dunning, "la deficiente monitorización de las propias habilidades" y "la distorsión en la estimación de uno mismo" afectan a la mayoría de las personas.

Jesús es la nueva Cabeza de la raza humana, el "postrer Adán". ¿Cómo ve él ese fenómeno? "No todo el que me dice: '¡Señor, Señor!', entrará en el reino de los cielos... Muchos me dirán en aquel día [del juicio]: 'Señor, Señor'... Entonces les declararé: 'Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!' " (Mat. 7:21-23). Los tales sufrían "deficiente monitorización de las propias habilidades" y "distorsión en la estimación de uno mismo", sin que nunca llegaran a saberlo. Pero en este caso, su "deficiencia" fue muchísimo más grave que la simple ingenuidad política o la falta de inteligencia comercial. Estaban seguros de estar listos para el cielo. De hecho, el lenguaje de su corazón era éste: "Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad", sin embargo, la patética realidad (realidad que percibieron crudamente muchos otros a su alrededor) es que su situación era la de un "desventurado, miserable, pobre, ciego y... desnudo", ¡y todo fue un problema de "y no sabes"! (Apoc. 3:16,17). De todos los auto-engaños del tiempo y la eternidad, el suyo es el más patético. Podría ser hasta divertido, de no ser por sus consecuencias eternamente trágicas. ¿Es posible sacar de su engaño a los tales? El problema no es pequeño, ni nos es ajeno. Si pertenecemos a la iglesia representada por el último período de la historia, ¡militamos en ese grupo!

Sólo es posible una percepción justa de nuestra realidad, al contemplar a Jesús tal cual es, en la belleza incomparable de su carácter. La misión principal del Espíritu Santo, su representante, es precisamente impartir esa percepción. "... y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado" (Juan 16:8). Aún no es demasiado tarde para descubrir esa verdad salvadora que abate el orgullo humano hasta el polvo.

R.J.W.