Querido amigo y amiga:

Es tan sencillo como sumar 2 y 2, y obtener 4: La muerte entró en el mundo por el pecado, y el pecado entró en el mundo por un hombre: Adán. Ni la muerte ni el pecado fueron nunca el plan de Dios para nosotros, pero tan ciertamente como el pecado entró en nuestro mundo, la muerte es nuestra porción. "Por la desobediencia de un hombre muchos [todos] fueron constituidos pecadores" (Rom. 5:19).

Afortunadamente, la historia no termina ahí: Hay un "postrer Adán", o segundo Adán, que tomó el lugar de aquel primero que introdujo el pecado y la muerte. "Como por la transgresión de uno [Adán] vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno [Cristo] vino a todos los hombres la justificación que produce vida" (vers. 18). Lee Gálatas y Romanos, lee los capítulos 3 al 5 de Romanos. Estudia por ti mismo la verdad bíblica en su pureza. No concedas a nadie el hermenéutico privilegio de hacerte creer que Pablo quiso decir otra cosa distinta de la que dijo.

Romanos 3 al 5 enseña con claridad que todo cuanto se perdió con el primer Adán, la condenación que éste trajo sobre toda la raza humana, fue revertido por Cristo, el segundo Adán. La vida misma que disfrutamos ahora, la vivimos "por la gracia de un solo hombre, Jesucristo" (5:15). Nos dio ya la vida presente. Puesto que "la paga del pecado es muerte" (6:23), la vida que ahora vivimos es la compra del segundo Adán. "Nadie, santo o pecador, come su alimento diario sin ser nutrido por el cuerpo y la sangre de Cristo" (DTG 615), declaró alguien. El aire que respiramos, el agua, hasta el pan que comemos lleva la marca de la cruz. Gracias al don del Hijo de Dios, todo el mundo vive rodeado de una atmósfera de gracia. En el caso del ser humano, se trata de mucho más que la simple vida animal. Afecta profundamente a su dimensión espiritual. El poder de elección moral característico y exclusivo del ser humano es algo que Dios ha DADO a todo hombre, en el don de Cristo.

Las multitudes van y vienen absortas en una vida de egoísmo irreflexivo, sin reconocer al Dador de todos los dones que gozan. Ahora bien, tal como Pablo enseñó en Romanos 14:10, "todos hemos de estar ante el tribunal de Cristo" (ver también 2 Cor. 5:10). Llegará un momento en el que hasta los perdidos habrán de reconocer la magnitud infinita y eterna de su deuda hacia el segundo Adán. El colmo de lo absurdo, el pecado que no puede ser perdonado, es ser recipiente de la bondad infinita, y no reconocer al Dador. Pablo exhortó: "no recibáis en vano la gracia de Dios" (2 Cor. 6:1).

Si el reconocimiento ocurre cuando sea demasiado tarde para poder arrepentirse, la visión del "Rey en su hermosura" no será más que "fuego consumidor", la esencia de la muerte segunda descrita en Apocalipsis 20:12 al 14. Pero si lo reconoces hoy, ¡qué diferencia! Significa recibir la bendición en su plenitud. Si así lo haces, te encontrarás en la situación descrita en Romanos 6:13, te presentarás ante Dios "como vivo de entre los muertos", y serás ante él un instrumento de justicia (en el sentido de rectitud). "El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron" (2 Cor. 5:14). ¡En Cristo, el precio está pagado! No es TU fe la que paga el precio. Tu salvación se basa en un fundamento mucho más sólido que "tu fe". Se basa en Cristo, en lo que él hizo como Salvador del mundo (1 Tim. 4:10). Reconócelo AHORA, acéptalo por fe, y nunca más podrás vivir para ti mismo, sino para aquel que murió y resucitó por ti (vers. 15).

R.J.W.-L.B.