Querido amigo y amiga:

La historia de Esaú debiera despertarnos y ponernos en guardia. Esaú no fue un malvado. La Biblia nos muestra a su hermano Jacob como a menudo más cuestionable que él, engañando a su anciano padre, y engañando también a Labán. De Esaú no queda registrado ningún crimen semejante. En ninguna parte leemos que robase o mintiese. Podría pasar por el paradigma bíblico del buen hombre que se dedica a lo suyo, sin hacer daño a nadie.

Pero despreció su primogenitura. La vendió, y la perdió para siempre. Fue inútil su "lloro y crujir de dientes" posterior. Pablo lo señala a modo de advertencia para todos nosotros: "Mirad bien... que no haya [ninguno] como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura" (Heb. 12:15 y 16).

¿Cuál fue el problema de Esaú? El relato nada nos dice sobre adicción al juego, adulterios u otros crímenes. El problema fue su falta de aprecio por lo que Dios le había dado ¡desde el mismo nacimiento! Quedó destituido de la gracia de Dios. Es decir, su corazón no permitió ser alcanzado por la gracia, no permitió que se estableciese el contacto. La primogenitura implicaba nada menos que el privilegio de ser el progenitor del Mesías venidero, el "Salvador del mundo", el formar parte de la genealogía de Mateo 1 o Lucas 3. Mediante la primogenitura habría de llegar la bendición de Abraham, a quien Dios prometió: "serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Gén. 12:3).

Eso no conmovió al profano Esaú. No es necesariamente que perjurase o maldijese, sino que su mente era mundana, inmune por elección a la gracia de Dios. Sus ojos no derramaban lágrimas ante la visión del Príncipe de gloria entregándose por la vida del mundo. Eso le aburría. Pero no es que fuese un mal hombre: simplemente prefería la página de los deportes.

La Biblia dice algo que parece de una severidad desproporcionada: "A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí" (Rom. 9:13). Eso no significa que Dios rechazara a priori a Esaú; significa que apreció la devoción de Jacob, y dejó que Esaú anduviera por sus propios caminos, le permitió tener lo que él quería. Esaú explica Juan 3:18, ilustra el significado de no creer "en el nombre del unigénito hijo de Dios". 'Incredulidad' no significa necesariamente hacer cosas malas. Significa indiferencia, neutralidad, frialdad del corazón, significa ser "profano" en el sentido de no ser conmovido por la gracia de Dios, significa contemplar a Cristo muriendo en la cruz, y cambiar de canal.

Es la condición que Jesús denuncia en la iglesia de Laodicea (Apoc. 3:16 al 18). Por descontado, Cristo ama a todos, pero no puede forzar a nadie a entrar en su reino, cuando eso sólo le supondría la tortura del aburrimiento eterno. Dios tiene un respeto exquisito por la libertad de elección que nos dio al crearnos, y que nos volvió a dar al redimirnos. No nos fuerza, pero nos ruega: "Vuélvete a mí, porque yo te redimí". Y es que él nos va por delante. Antes de que las creas, ya hay "nuevas de gran gozo... para todo el pueblo" (Luc. 2:10). ¿Las apreciarás?

R.J.W.