Querido amigo y amiga:

En Daniel 2 hay una historia fascinante acerca de cómo el "servicio de inteligencia" de la antigua Babilonia estaba bien al día de la falsa concepción sobre Dios que impera en nuestros días. La idea básica de su distorsión de la verdad es la misma sostenida hoy por millones. El rey Nabucodonosor (personaje real confirmado por la historia extrabíblica), había recibido la suficiente información como para saber que en alguna parte del universo había un Dios verdadero. Había creído ciegamente a los dirigentes religiosos de su imperio, asumiendo que debían estar en contacto con ese "Dios", fuese cual fuese.

Pero el auténtico Dios del cielo le había dado lo que hoy conocemos como un sueño profético de incalculable trascendencia. El mismo Dios le produjo una amnesia transitoria en relación con ese sueño, de forma que, aunque impresionado y hasta turbado por lo sobrenatural del mismo, era incapaz de recordarlo.

En buena lógica, el rey decidió que si los dirigentes religiosos de su imperio estaban realmente en contacto con "Dios", fuese quien fuese, estarían en disposición de devolverle los detalles de la visión profética que ahora se le escapaban, así como de interpretarla correctamente. ¡Lógico! Pero los sabios estaban confundidos. El rey se encontraba angustiado. Parecía como si el destino del mundo dependiera de su comprensión de aquella extraña revelación divina (como de hecho sucedía). Exigió a los sabios que se ganaran su salario demostrando la sabiduría que se les atribuía.

- Imposible, le respondieron. Nadie en la tierra puede hacer lo que pides, "salvo los dioses que NO MORAN CON LA CARNE" (Dan. 2:11).

Y ahí está la raíz de toda religión falsa, incluso de las pretendidamente cristianas. La Biblia dice que "muchos falsos profetas han salido por el mundo". Es cierto hoy, tanto como en tiempos de Nabucodonosor. ¿Cuál es su idea fundamental? La misma que la de los Caldeos: "todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios, y este es el espíritu del anticristo" (1 Juan 4:1 y 2).

Los Babilonios creían que había un "Dios". Pero no el Dios verdadero que ha tomado sobre Sí nuestra "carne", que ha venido "en semejanza de carne de pecado", que "participó" de la misma "carne y sangre" caída que nos es común a todos "los hijos" del caído Adán. En esa misma carne que nosotros poseemos, Cristo "condenó el pecado", de forma que "la justicia de la ley se cumpliera en nosotros", en todos los que tenemos "la fe de Jesús" (ver Rom. 8:3 y 4; Heb. 2:14 al 17; Apoc. 14:12).

Daniel dio al monarca las buenas nuevas de un Dios que no está alejado, sino cercano, a la mano. ¡Créelas!

R.J.W.