Querido amigo y amiga:

Jesús dijo que no toca a nosotros el "saber los tiempos o las épocas que el Padre puso en su sola potestad" (Hech. 1:7). Sin embargo, podemos estar seguros de que quienes tenemos existencia en el año dos mil, estamos viviendo en tiempo prestado. Es tiempo solemne el que transcurre en cada uno de los días que pasan. La Biblia enseña con claridad que: (1) Jesús regresará a esta tierra tal como prometió (Juan 14:1 al 3). (2) Cuando venga, tendrá lugar la resurrección de todos los "muertos en Cristo" (1 Tes. 4:16). (3) Antes de esa segunda venida de Cristo, tiene que haberse decidido quiénes, de entre los muertos, han de tomar parte en la citada primera resurrección, y quiénes habrán de continuar su sueño en la tumba, hasta resucitar en la "segunda resurrección" que ocurrirá mil años después (Luc. 20:35; Apoc. 20:4 al 6). (4) La implicación es que justamente ahora, estamos viviendo en el tiempo del juicio decisorio previo a la segunda venida, lo que a su vez significa que: (5) el mismo juicio ha de determinar quiénes, de entre los que ahora vivimos, perseveraremos hasta el fin. Es decir, "quién podrá soportar el tiempo de su venida", y por el contrario, quién deseará esconderse de Cristo (Mat. 24:13; Mal. 3:2; Apoc. 6:16). (6) Se infiere que el "otro ángel" de Apocalipsis 7: 2 y 3, el "varón vestido de lino" de Ezequiel 9:3 al 6 que tienen en su mano el "sello del Dios viviente", está ocupado en la obra del sellamiento de los siervos de Dios en sus frentes, (7) o bien está pasando de largo a aquellos que no están interesados en una obra tal. Se trata de una obra estrechamente supervisada por nuestro gran Sumo Sacerdote, en su obra culminante en el segundo departamento del santuario celestial.

¿Solemne? No lo podría ser más. En Lucas 20, Jesús dijo que esa decisión final objeto del juicio, girará en torno a que "sean tenidos por dignos [o no] de aquel mundo". Y en Apocalipsis 3:5 vemos que todos aquellos cuyo nombre está escrito en el Libro de la Vida, son candidatos a la investigación, con el fin de determinar si serán borrados sus pecados, o bien si será borrado su nombre de ese libro. Si has creído en Cristo, sucederá, -mejor dicho- está sucediendo una de esas dos cosas. Esa investigación en el cielo, bien merece un escrutinio de nuestro corazón en la tierra, ¿no te parece? Si nuestro Padre celestial se apercibe hasta de la caída de un diminuto pajarillo al suelo (Mat. 10:29), puedes tener la absoluta seguridad de que está profundamente interesado en tu caso individual y en el mío, en que venzamos "como Cristo venció" (Apoc. 3:20). De hecho, ¡está mucho más preocupado que nosotros mismos en que recibamos su precioso "sello"!

Hay una realidad trascendental y eterna que avanza rápidamente por encima y más allá de aquello que podemos ver y tocar. El Buen Pastor está dedicado intensivamente a la búsqueda de su oveja perdida. Y la busca hasta que la halla, porque sus ovejas reconocen su voz. Dios nos tiene por la mano derecha (Isa. 41:10 y 13), o bien no nos tiene debido a que preferimos escaparnos a sus manos de amor, esas manos que traspasamos, y gracias a las cuales tenemos vida y todo cuanto de bueno hay en el mundo. Cada día que pasa estamos permitiendo que Dios nos selle "con el sello del Dios viviente", o bien estamos preparándonos para recibir lo opuesto (la "marca de la bestia"). ¿Solemne? Por supuesto. Infinitamente solemne.

R.J.W.-L.B.