Capítulo 4

El Pacto Eterno: las promesas de Dios
El llamado a Abraham

The Present Truth, 28 mayo, 1896


Un altar

Allí donde Abraham fuese, edificaba un altar al Señor. Es preciso recordar que la promesa de que todas las naciones habrían de ser bendecidas en Abraham, especificaba hasta incluso las familias. La religión de Abraham era una religión de la familia. Nunca descuidó el altar familiar. No se trata de vacío lenguaje figurado, sino de la práctica real de los padres a quienes fue hecha la promesa; promesa que compartimos si tenemos la fe y práctica que ellos tuvieron.

Un ejemplo para los padres

Dios dijo de Abraham: "Yo sé que mandará a sus hijos, y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él" (Gén. 18:19).

Observa las palabras: "mandará a sus hijos, y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová haciendo justicia y juicio". No dispondría simplemente que lo hicieran así, dejando luego el asunto olvidado, sino que, después de haber dado mandamiento, el resultado sería que guardarían el camino del Señor. Es decir, su enseñanza iba a ser efectiva.

Podemos estar seguros de que los mandamientos que Abraham dio a sus hijos y familia no eran duros ni arbitrarios. Los comprendemos mejor al considerar la naturaleza de los mandamientos de Dios. "Sus mandamientos no son gravosos" (1 Juan 5:3). "Su mandamiento es vida eterna" (Juan 12:50). Quien desee seguir el ejemplo de Abraham dirigiendo a su familia mediante reglas duras y arbitrarias, y actuando como un juez severo o como un tirano, amenazando con lo que va a hacer si sus órdenes no son obedecidas y ejecutadas sus decisiones, no según un espíritu de amor -porque son correctas-, sino por ser más fuerte que sus hijos y porque están bajo su poder, tiene mucho que aprender del Dios de Abraham. "Vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor" (Efe. 6:4).

Al mismo tiempo podemos estar seguros de que sus mandamientos no eran como los de Elí: débiles y quejumbrosas reprensiones a sus impíos e inservibles hijos: "¿Por qué hacéis cosas semejantes? Oigo hablar a todo este pueblo vuestro mal proceder. No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo" (1 Sam. 2:23 y 24). Se pronunció juicio contra él y su casa, "porque sus hijos han blasfemado contra Dios y él no se lo ha impedido" (1 Sam. 3:13). En contraste, Abraham trasmitió la bendición por toda la eternidad, debido a que los mandamientos que dio a sus hijos tuvieron poder para impedir el mal.

Abraham había de ser una bendición para todas las familias. Allí donde iba, era una bendición. Pero esa bendición comenzó en su familia. Allí estuvo el centro. La influencia del cielo llegó a sus vecinos a partir del círculo de la familia. Y ahora bien podemos prestar particular atención a la afirmación de que cuando Abraham edificó un altar, "invocó el nombre de Jehová" (Gén. 12:8; 13:4). Young lo traduce así: "Predicó en el nombre de Jehová". Sin prestar atención a los varios lugares en donde aparece la misma expresión, hay que notar que la terminología en hebreo es idéntica a la de Éxodo 34:5, donde leemos que el Señor descendió en la nube, permaneció al lado de Moisés, y "proclamó el nombre de Jehová". Por lo tanto, podemos comprender que cuando Abraham edificó el altar de familia, no estaba simplemente instruyendo a su familia inmediata, sino que "proclamó el nombre de Jehová" a todo el mundo a su alrededor. Lo mismo que Noé, Abraham fue un pregonero de justicia (2 Ped. 2:5). Dios predicó el evangelio a Abraham, y este lo predicó a otros.

Abraham y Lot

"Abraham era riquísimo en ganado, y en plata y oro". "También Lot, que iba con Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas. Y la tierra no era suficiente para que habitaran juntos, pues sus posesiones eran muchas y no podían habitar en un mismo lugar. Hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot. (El cananeo y el ferezeo habitaban entonces en la tierra). Entonces Abram dijo a Lot: ‘No haya ahora altercado entre nosotros dos ni entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos’" (Gén. 13:2, 5-8).

Cuando comprendemos la naturaleza de la promesa de Dios a Abraham, podemos comprender el secreto de su generosidad. Supongamos que Lot escogiera la mejor parte del país; eso no haría ninguna diferencia por lo que respecta a la herencia de Abraham: Teniendo a Cristo, tenía todas las cosas. Su preocupación no estaba centrada en sus posesiones en la vida presente, sino en la porvenir. Aceptaría con agradecimiento la prosperidad que el Señor dispusiera enviarle; pero si sus riquezas en esta vida fueran exiguas, eso en nada disminuiría la herencia que se le prometió.

Nada hay como la presencia y bendición de Cristo para poner fin a toda disputa, o para evitarla. En la acción de Abraham encontramos un verdadero ejemplo cristiano. Como el de más edad, podía haber invocado su dignidad y exigido sus "derechos". Pero no podía hacer así en tanto en cuanto cristiano. El amor "no busca lo suyo". Abraham manifestó el verdadero espíritu de Cristo. Cuando los profesos cristianos son ávidos en reclamar las cosas de este mundo, y temen ante la perspectiva de ser privados de algunos de sus derechos, demuestran indiferencia hacia la herencia eterna que Cristo ofrece.

La promesa repetida

La cortesía cristiana de Abraham, que era el resultado de su fe en la promesa mediante Cristo, no pasó desapercibida al Señor. Leemos:

"Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: ‘Alza ahora tus ojos y, desde el lugar donde estás, mira al norte y al sur, al oriente y al occidente. Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Haré tu descendencia como el polvo de la tierra: que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate y recorre la tierra a lo largo y a lo ancho, porque a ti te la daré’" (Gén. 13:14-17).

No olvidemos que "a Abraham fueron hechas las promesas, y a su descendencia. No dice: ‘Y a los descendientes’, como si hablara de muchos, sino como de uno: ‘Y a tu descendencia’, la cual es Cristo" (Gál. 3:16). No hay otra descendencia de Abraham fuera de Cristo y de los que son de él. Por lo tanto, esa incontable prosperidad que se prometió a Abraham es idéntica a la referida en esta otra Escritura:

"Después de esto miré, y vi una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en sus manos. Clamaban a gran voz, diciendo: ‘¡La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!’". "Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: ‘Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?’ Yo le dije: ‘Señor, tú lo sabes’. Él me dijo: ‘Estos son los que han salido de la gran tribulación; han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero" (Apoc. 7:9 y 10, 13 y 14).

Hemos visto ya que la bendición de Abraham viene a todas las naciones mediante la cruz de Cristo, de forma que en la declaración de que esa inmensa multitud lavó sus ropas y las blanqueó en la sangre del Cordero, vemos el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham a propósito de una descendencia imposible de contar. "Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa" (Gál. 3:29).

Es preciso observar que en la repetición de la promesa, en el capítulo 13 de Génesis, la tierra tiene un lugar muy prominente. Lo vimos en nuestro estudio precedente, y lo volveremos a encontrar como rasgo fundamental de la promesa, allí donde esta aparezca.

Abraham y Melquisedec

La breve historia de Melquisedec es el eslabón que une nuestros tiempos con Abraham y los suyos, y que muestra que la así llamada "dispensación cristiana", existía en los días de Abraham tanto como ahora.

El capítulo 14 de Génesis nos dice todo lo que sabemos sobre Melquisedec. El capítulo 7 de Hebreos repite la historia, y hace algunos comentarios sobre ella. Hay también referencias a Melquisedec en el capítulo 6, y en Salmo 110:4.

Esta es la historia: Abraham estaba regresando de una expedición contra los enemigos que habían tomado prisionero a Lot, cuando Melquisedec le salió al encuentro, trayéndole pan y vino. Melquisedec era rey de Salem, y sacerdote del Dios Altísimo. En esa calidad bendijo a Abraham, y éste le dio el diezmo del botín recuperado. Esa es la historia, pero a partir de ella aprendemos lecciones de gran importancia.

En primer lugar vemos que Melquisedec tenía un rango superior a Abraham ya que "sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor" (Heb. 7:7), y también porque Abraham le dio el diezmo.

Era un tipo de Cristo; era "a semejanza del Hijo de Dios" (Heb. 7:3). Era una figura de Cristo por ser al mismo tiempo rey y sacerdote. Su nombre significa "Rey de justicia", y Salem, de la que era rey, significa "paz"; por lo tanto, no era sólo sacerdote, sino rey de justicia y rey de paz. De Cristo está escrito: "Jehová dijo a mi Señor: ‘Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies’". "Juró Jehová y no se arrepentirá: ‘Tu eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec’" (Sal. 110:1, 4). Y el nombre con el que se lo llamará es "Jehová, justicia nuestra" (Jer. 23:6).

Las Escrituras se refieren en estos términos a la realeza del sacerdocio de Cristo: "Le hablarás, diciendo: ‘Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo’: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo; el cual brotará de sus raíces, y edificará el templo de Jehová. Él edificará el templo de Jehová, y él llevará la gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz habrá entre ambos" (Zac. 6:12 y 13). El poder por el que Cristo, como sacerdote, hace reconciliación por los pecados del pueblo, es el poder del trono de Dios sobre el que se sienta.

Pero el punto principal, en referencia a Melquisedec, es que Abraham vivió en la misma "dispensación" que nosotros. El sacerdocio era entonces del mismo orden que ahora. No es solamente que seamos los hijos de Abraham, si somos de la fe; además, nuestro Sumo Sacerdote -quien subió a los cielos-, ha sido hecho por juramento de Dios Sumo Sacerdote para siempre "según el orden de Melquisedec". Así, en un doble sentido, es patente que "si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa". "Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozó" (Juan 8:56).

Abraham, por lo tanto, era cristiano como el que más de entre los que hayan vivido después de la crucifixión de Cristo. "A los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía" (Hech. 11:26). Pero los discípulos no eran diferentes después que se los llamase cristianos, de lo que fueron antes. Cuando se los conocía simplemente como judíos, eran ya tan cristianos como después de ser llamados de esa manera. El nombre no supone mucho. Se los llamó cristianos por ser seguidores de Cristo; pero seguían a Cristo antes de que se los llamase cristianos, tanto como lo siguieron después. Abraham, cientos de años antes de los días de Jesús de Nazaret, fue precisamente lo que sería cada discípulo en Antioquía a quien se llamó cristiano: un seguidor de Cristo. Por lo tanto, en el sentido más pleno de la palabra, fue un cristiano. Todos los cristianos, y nadie más que ellos, son los hijos de Abraham.

Observarás que en el séptimo capítulo de Hebreos se nos refiere el caso de Abraham y Melquisedec como prueba de que el pago de los diezmos no es una ordenanza levítica. Mucho antes de que naciera Leví, Abraham pagó los diezmos. Y los pagó a Melquisedec, cuyo sacerdocio era un sacerdocio cristiano. Por lo tanto, los que están en Cristo, y por lo tanto son hijos de Abraham, darán también el diezmo de todo.

Hay que notar que el diezmo era algo bien conocido en los días de Abraham. Éste dio los diezmos al sacerdote de Dios como algo natural. Reconoció el hecho de que la décima parte es del Señor. El registro de Levítico no es el origen del sistema del diezmo, sino una simple constatación del hecho. Hasta la propia orden levítica pagó los diezmos en Abraham (Heb. 7:9). No se nos informa acerca de cuándo fue dada esa institución al hombre por primera vez, pero vemos que era bien conocida en los días de Abraham. En el libro de Malaquías, que está especialmente dirigido a quienes vivan justamente "antes que venga el día de Jehová, grande y terrible" (4:5), se nos dice que aquellos que retienen los diezmos están robando a Jehová.

El argumento es sencillo: Abraham dio el diezmo a Melquisedec; el sacerdocio de Melquisedec es el sacerdocio por el que viene la justicia y la paz, el sacerdocio por el que somos salvos. Abraham dio el diezmo a Melquisedec porque Melquisedec era el representante del Dios Altísimo, y el diezmo es del Señor. Si somos de Cristo, entonces somos hijos de Abraham; y si no somos hijos de Abraham, entonces no somos de Cristo. Pero si somos hijos de Abraham, hemos de hacer las obras de Abraham. ¿De quién somos?

Hay aún otro punto a destacar. Si eres observador te habrá llamado la atención el hecho de que Melquisedec, quien fue rey de justicia y paz, y sacerdote del Dios Altísimo, trajo a Abraham pan y vino: son los emblemas del cuerpo y la sangre de nuestro Señor. Se podrá aducir que el pan y el vino tenían por objeto el sustento físico de Abraham y sus acompañantes. Pero eso en nada disminuye el significado del hecho. Melquisedec salió en su calidad de rey y sacerdote, y Abraham lo reconoció como tal. Observa la relación en Génesis 14:18 y 19: "Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y lo bendijo, diciendo: ‘Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra’". Es evidente que el pan y el vino que le ofreció Melquisedec adquirió significado especial por el hecho de que él era sacerdote del Dios Altísimo. Los judíos del tiempo de Cristo se burlaron de su afirmación de que Abraham se alegró por ver el día de Cristo. No podían ver evidencia alguna del hecho. ¿Podemos nosotros ver en esa transacción una evidencia de que Abraham vio el día de Cristo, que es el día de salvación?

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