Cartas a las iglesias

M.L. Andreasen

Información biográfica

Milian Lauritz Andreasen (1876-1962) fue administrador, educador y autor. Asumió cargos administrativos como presidente de Greater New York Conference (1909-1910), Hutchinson Theological Seminary (1910-1918), Minnesota Conference (1924-1931) y Union College (1931-1938). De 1938 a 1949 enseñó en el Seminario Teológico Adventista en Washington D.C. Su área especial de interés fue la doctrina del santuario, y se lo consideró una autoridad en esa materia. Desde 1956 hasta el tiempo de su muerte en 1962 mantuvo un enfrentamiento con el liderazgo de la Iglesia debido al contenido del libro Seventh Day Adventists Answer Questions on Doctrine (Los Adventistas del Séptimo Día responden a preguntas sobre doctrina, o simplemente Preguntas sobre doctrina).

Breve historia de M.L. Andreasen (1876-1962) y Cartas a las iglesias

En los años cincuenta, el Sr. Walter Martin y el Sr. Barnhouse, ambos evangélicos influyentes en aquella época, estaban a punto de calificar a la Iglesia Adventista del Séptimo como “secta”, debido a sus creencias peculiares sobre la marca de la bestia (la aceptación del domingo siendo “la marca”), vigencia de la ley, el sacerdocio de Cristo en el santuario celestial, la expiación en el santuario celestial, el don profético de Elena G. de White, la naturaleza humana de Cristo siendo la naturaleza caída de Adán, su práctica habitual de proselitismo, los 2300 días de Daniel 9, y el juicio investigador. Ambos pidieron reunirse con la oficialidad de la Iglesia Adventista del Séptimo Día —a lo cual se accedió— para discutir los temas que inquietaban a los grupos evangélicos, y especialmente al Sr. Martin y al Sr. Barnhouse, editor de una influyente revista.

A consecuencia de dichas reuniones con la oficialidad de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, nuestra Iglesia publicó en 1957 el libro Seventh Day Adventists Answer Questions on Doctrine (o Questions on Doctrine), en el cual se afirmaba que Cristo no tomó la naturaleza humana caída que nosotros poseemos, sino la impecable que tuvo Adán inmediatamente después de ser creado.

El libro Questions on Doctrine contenía una “versión” de nuestras creencias que satisfacía a esas influyentes personalidades del mundo evangélico en las dos áreas que ellos consideraban de importancia crítica para diferenciar una iglesia de una secta: (1) la naturaleza humana de Cristo en la encarnación (los evangélicos comparten con los católicos el mismo punto de vista al respecto: que Cristo tomó una naturaleza humana no caída y diferente a la nuestra, exenta de las tendencias que afectan a nuestra naturaleza caída), y (2) la expiación (como habiéndose consumado en la cruz, y por lo tanto careciendo de sentido el Día antitípico de la Expiación según la creencia básica adventista). Ese libro habría de ser impreso oficialmente por la Iglesia adventista del séptimo día —según trato acordado con Martin y Barnhouse— como demostración de que reflejaba realmente la posición oficial adventista. Sólo entonces se le concedería el estatus de comunidad cristiana, y no sería considerada una secta.

En su página 383, el libro dice:

[Cristo] estuvo exento de las pasiones y poluciones heredadas que corrompen a los descendientes naturales de Adán. Era “sin pecado”, no solamente en su conducta externa, sino en su misma naturaleza.

En su página 650, como encabezamiento de la sección III, compuesta por citas de Ellen White, aparece el título: ‘Tomó la naturaleza impecable de Adán’.

Questions On Doctrine pasó a ser el libro de texto de los seminarios teológicos adventistas, y todavía se publican citas sobre ese libro en las lecciones de Escuela Sabática y otras publicaciones adventistas. Dejaron de hacerse reediciones del libro, debido a la polémica que desencadenó. Recientemente se han vuelto a publicar oficialmente sus tres apéndices finales, tanto en inglés como en castellano.

Debido a la protesta del pastor M.L. Andreasen y a la autoría de estas cartas abiertas (que escribió al serle negada una audiencia que él quiso que fuera pública, o bien incluyendo una copia para él de lo discutido), le fueron retiradas sus credenciales como pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. El pastor Andreasen murió en esa penosa circunstancia. Después de su muerte le fueron restituidas dichas credenciales. Un poco tarde quizá...

Ese es parte del escenario en el cual se escribieron estas cartas, la primera de las cuales tiene relación con la naturaleza humana que Cristo tomó en la encarnación, y que reproducimos a continuación [los comentarios añadidos figuran entre corchetes]:

 

Carta 1: La encarnación. ¿Estuvo Cristo exento?

La palabra “encarnación” deriva de dos palabras latinas: in carnis, que significa “en carne” o “en la carne”. Como término teológico denota el hecho “de tomar [Jesús] la forma y la naturaleza humana; concebido como el Hijo de Dios”. En ese sentido usa el apóstol Juan esa palabra, cuando afirma:

En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios (1 Juan 4:2-3).

Eso demuestra que la encarnación es una prueba de discipulado. Está queriendo decir, más allá de toda duda, que es mucho más que una simple creencia en la aparición histórica de Cristo.

La venida al mundo de una nueva vida, el nacimiento de un bebé, es de por sí un milagro. Infinitamente más debe ser la encarnación del propio Hijo de Dios. Permanecerá siempre como un misterio para la comprensión humana. Todo cuanto puede hacer el hombre es aceptarlo como parte principal del plan de la redención, que ha sido gradualmente revelado desde la caída del hombre en el Edén.

Por razones que no podemos comprender plenamente, Dios permitió el pecado. No obstante, también proveyó un remedio. Ese remedio abarca el plan de la redención, y está ligado a la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios. Es inconcebible que Dios no supiera lo que iba a costarle la creación, y “el consejo de paz” que decidió eso, sin duda debió incluir provisiones para cada contingencia. Pablo llama a ese plan, la “sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria” (1 Cor 2:7).

La frase “antes de los siglos” significa antes de que hubiera creación de cualquier clase. Así, el plan de la salvación no fue un pensamiento sobrevenido a posteriori. Fue algo previsto. Ni siquiera cuando Lucifer pecó se reveló el plan completamente, sino que “se ha mantenido oculto desde tiempos eternos” (Rom 16:25). Para esto Dios no dio ninguna razón. Pablo nos informa “que por revelación me fue declarado el misterio... el misterio de Cristo... el cual en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu” (Efe 3:3-5).

Convenía

Existen dos palabras en la epístola a los Hebreos que son de interés en este análisis. Son: “convenía”, en el versículo 10 del segundo capítulo, y “debía ser”, en el 17 del mismo capítulo.

La palabra griega para “convenía” es prepo, y significa “conveniente, apropiado, adecuado, justo, ajustado”. Pablo, que creemos ser el autor de Hebreos, es muy audaz al atribuir un motivo a Dios, y declara que es adecuado y justo que Dios “perfeccionara por medio de las aflicciones” a Cristo (Heb 2:10). Pablo afirma que es “conveniente” por parte de Dios el hacer así; es decir, Dios lo aprueba. Al juzgar a Dios, Pablo emula a Abraham, quien fue aún más audaz que Pablo. No entendiendo lo que Dios intentaba hacer, Abraham pidió a Dios que no lo hiciera. Le dijo

¿Destruirás también al justo con el impío?... Lejos de ti el hacer así, que hagas morir al justo con el impío... ¡Nunca tal hagas! El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? (Gén 18:23-25).

También Moisés quiso amonestar o instruir a Dios. Cuando Israel se postró ante el becerro de oro, Dios dijo a Moisés:

Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira contra ellos y los consuma (Éxodo 32:10).

Moisés trató de apaciguar a Dios y dijo:

¿Por qué, Jehová, se encenderá tu furor contra tu pueblo?

Es fácil ver que en ese interesante episodio Dios estaba probando a Moisés; le estaba dando una oportunidad para que intercediera en favor del pueblo. Pero vemos también evidenciada la disposición que Dios manifiesta a hablar sobre algunos temas con sus santos; sí, y hasta con aquellos que no son santos. Su invitación a la humanidad es: “Venid ahora, y razonemos” (Isa 1:18 LBLA). Dios está ansioso por comunicarse con su pueblo. Ni Abraham ni Moisés fueron rechazados por su audacia.

 

Debía ser

La otra palabra sobre la cual queremos llamar la atención es “debía ser”. Refiriéndose a Cristo, Pablo dice:

Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo (Heb 2:17).

Si bien “convenía” —en el versículo 10— es una palabra moderada, “debía ser” —en el 17— (ofeilo en griego) es una palabra contundente que significa “bajo obligación”, “deber”, “debía”, “estar ligado”, “estar endeudado”, “ser deudor de”. Si Cristo “debía ser” un sumo sacerdote misericordioso y fiel, Pablo dice que tenía que ser “en todo” semejante a sus hermanos. Se trata de obligatoriedad. Es un deber al cual está obligado, y que no puede evitar. No puede hacer reconciliación a favor del hombre a menos que tome su lugar con él y se haga en todas las cosas semejante a él. No es una cuestión optativa o de preferencia. Cristo debía, tenía, tenía el deber de, estaba bajo la obligación de hacerlo, era deudor de... A menos que tuviese que batallar con las mismas tentaciones que tienen los hombres, no podría simpatizar con ellos. Uno que nunca ha tenido hambre, que nunca ha estado enfermo ni debilitado, que nunca ha batallado con las tentaciones, no está plenamente capacitado para simpatizar con aquellos que son afligidos de ese modo.

Por esa razón era necesario que Cristo fuese en todas las cosas semejante a sus hermanos. A fin de poder compadecerse de nuestras debilidades, tuvo que estar “rodeado de debilidad” (Heb 4:15 y 5:2). Por lo tanto, si el hombre es afligido, también él tuvo que ser afligido “en todas sus aflicciones” (Isa 63:9). El propio Cristo testifica: “No fui rebelde ni me volví atrás. Di mi cuerpo a los heridores y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no aparté mi rostro de injurias y de esputos” (Isa 50:5-6). Él “mismo tomó nuestras debilidades, y llevó nuestras enfermedades” (Mat 8:17). Cristo no se eximió de nada. No pidió la exención de ninguna prueba o sufrimiento humanos, y Dios no lo hizo exento de nada.

Todo eso era necesario para que Cristo pudiera ser un Sumo Sacerdote misericordioso. Ahora puede simpatizar con cada hijo de la humanidad, pues conoce el hambre por experiencia propia, la enfermedad, la debilidad, la tentación, la pena, la aflicción, el dolor, y el sentirse separado (abandonado, alejado) de Dios y de los hombres. Fue “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb 4:15). Es su participación en las aflicciones y debilidades lo que lo habilita para ser el Salvador simpatizante que tenemos en él.

¿Estuvo Cristo exento?

Teniendo presentes estas reflexiones, leemos con asombro y perplejidad, y también con pena, la declaración falsa que aparece en Questions on Doctrine en la página 383, según la cual Cristo estaba “exento de las pasiones heredadas y de las poluciones que corrompen a los descendientes naturales de Adán”. Para apreciar la importancia de esta declaración necesitamos definir lo que significa “exento” y “pasiones”.

El Diccionario Standard College define “exento” así: “Libre o excusado de alguna carga obligada; libre de alguna restricción”. El Diccionario Webster New World, Edición College, define “exento” como: “quitar, liberar, dejar libre de alguna regla que otros tienen que observar; excusar, liberar... libertar de una regla, obligación, etc., que obliga a otros; excusado, liberado; exento implica una liberación de alguna obligación o de algún requerimiento legal, especialmente cuando otros no son así liberados”.

“Pasión” se define como “sufrimiento original o agonía... cualquier emoción como odio, aflicción, amor, miedo, alegría; la agonía y los sufrimientos de Jesús durante la crucifixión o durante el periodo que siguió a la última cena. La pasión normalmente implica una fuerte emoción que tiene un efecto conminador”. La pasión es un término abarcante. Aún cuando originalmente tenía relación con la pena, el sufrimiento o la agonía, no queda confinada a esos significados ni a pasiones de la carne exclusivamente, sino que incluye todas las emociones del hombre tal como se ha mencionado anteriormente: rabia, pena, anhelo, piedad, etc. Las pasiones incluyen, de hecho, todas las tentaciones que incitan al hombre a la acción. Sacarle esas emociones a un hombre para hacerlo exento de toda tentación, lo convierte en una criatura inferior al hombre, una especie de no-hombre, la sombra de un hombre, una no-entidad, eso a lo que Markham llama un “hermano buey”. Las tentaciones son los ingredientes que permiten que el carácter sea edificado para el bien o para el mal, dependiendo de cómo reaccione el hombre ante ellas.

Si Cristo fue exento de las pasiones de la humanidad, entonces fue diferente de los otros hombres, ninguno de los cuales estuvo exento. Una enseñanza tal es trágica, y totalmente contraria a lo que los Adventistas del Séptimo Día han enseñado y creído. Cristo vino como un hombre entre los hombres, no reclamando ningún favor ni recibiendo ninguna consideración especial. De acuerdo con los términos del pacto, no recibió ninguna ayuda de Dios que no estuviera disponible para cualquier ser humano. Esta era una condición necesaria para que su demostración tuviera valor y su obra fuese aceptable. El menor desvío de esta regla invalidaría la misión, anularía el pacto, lo invalidaría y destruiría realmente toda esperanza para el hombre.

La acusación de Satanás ha sido siempre que Dios es injusto al requerir que el hombre guarde la ley, y doblemente injusto al castigarlo por no hacer lo que no se puede hacer, y lo que nunca ha hecho nadie. Su reclamación es que Dios debería por lo menos hacer una demostración para probar que se puede lograr, pero poniéndose bajo las mismas condiciones a las cuales el hombre está sujeto. Noé, Job, Abraham y David, fueron todos hombres buenos, pero no alcanzaron la elevada norma divina. “Por cuanto todos pecaron”, dice Pablo (Rom 3:23).

Dios no se estremeció ante el desafío de Satanás. Desde mucho antes, incluso desde la eternidad, había trazado su curso de acción. Cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a “su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Rom 8:3). Cristo no consintió el pecado en la carne, sino que lo condenó, y al hacer de ese modo, confirmó el poder y la autoridad de la ley.

Al morir en la cruz reforzó aún más la ley, al pagar la penalidad requerida por la transgresión de la misma, exaltando la penalidad de su transgresión al pagar el precio que dicha ley demandaba. De esa forma podía perdonar sin ser acusado de ignorar la ley ni de ponerla a un lado. Cuando se hizo evidente que Dios iba a enviar a su Hijo y a demostrar en él que el hombre puede guardar la ley, Satanás supo que eso desataría la crisis, y que habría de vencer a Cristo o perecer. Una cosa le preocupó especialmente: ¿vendría Cristo a esta tierra como un hombre con las limitaciones, debilidades y enfermedades que el hombre ha traído sobre sí mismo a causa de sus excesos? Si así fuese, Satanás confiaba en que podría vencerlo. Si Dios lo hubiera hecho exento de las pasiones que corrompen a los descendientes naturales de Adán, entonces podría reclamar que Dios estaba haciendo favoritismo, y en ese caso la demostración resultaría inválida. En las siguientes citas tenemos la respuesta de Dios:

A ese mundo donde Satanás pretendía dominar permitió Dios que bajase su Hijo como niño impotente, sujeto a la debilidad humana. Le dejó arrostrar los peligros de la vida en común con toda alma humana, pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna (El Deseado, 33).

Muchos sostienen que era imposible para Cristo ser vencido por la tentación. En tal caso, no podría haberse hallado en la posición de Adán... Pero nuestro Salvador tomó la humanidad con todo su pasivo. Se vistió de la naturaleza humana, con la posibilidad de ceder a la tentación (El Deseado, 92).

Las tentaciones a las cuales fue sometido Cristo eran una terrible realidad. Como persona libre fue puesto a prueba, con libertad para ceder a las tentaciones de Satanás y obrar en desacuerdo con los propósitos de Dios. Si eso no hubiera sido así, si no hubiera sido posible para él caer, no podría haber sido tentado en todo punto como es tentada la familia humana (Youth Instructor, 26 octubre 1899).

Cuando Adán fue asaltado por el tentador, no pesaba sobre él ninguno de los efectos del pecado. Gozaba de una plenitud de fuerza y virilidad, así como del perfecto vigor de la mente y el cuerpo... No sucedía lo mismo con Jesús cuando entró en el desierto para luchar con Satanás. Durante cuatro mil años, la familia humana había estado perdiendo fuerza física y mental, así como valor moral; y Cristo tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad degenerada. Únicamente así podía rescatar al hombre de las profundidades de su degradación (El Deseado, 91-92).

[Cristo] derrotó a Satanás con la misma naturaleza sobre la cual Satanás obtuvo la victoria en el Edén. El enemigo fue vencido por Cristo en la naturaleza humana. El poder divino del Salvador estaba oculto. Él venció en la naturaleza humana, confiando en el poder de Dios. Este es el privilegio de todos (Youth Instructor, 25 abril 1901).

Me han llegado cartas afirmando que Cristo no pudo haber tenido la misma naturaleza del hombre, porque si la hubiera tenido, habría caído bajo tentaciones similares. Si él no hubiese tenido la naturaleza humana, no podría ser nuestro ejemplo. Si no participó de nuestra naturaleza, no habría podido ser tentado como lo es el hombre. Si no le fuese posible ceder a la tentación, no podría ser nuestro ayudador. Fue una solemne realidad que Cristo vino a pelear las batallas como un hombre, en beneficio del hombre. Su tentación y victoria nos dicen que la humanidad debe copiar al Modelo; el hombre debe ser hecho participante de la naturaleza divina (Review and Herald, 18 febrero 1890).

Cristo cargó los pecados y debilidades de la raza tal como existían cuando él vino a la tierra para ayudar al hombre... Tomó la naturaleza humana y llevó las debilidades de la raza degenerada (The Temptations of Christ, 30-31).

Si Cristo hubiese estado exento de pasiones, no habría estado capacitado para entender o ayudar a la humanidad.

Por lo cual, debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados (Heb 2:17-18).

Un Salvador que nunca ha sido tentado, que nunca ha tenido que batallar con las pasiones, que nunca “ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte”, que “aunque era Hijo” no “aprendió lo que es la obediencia” a través de esos sufrimientos, uno que estaba “exento” de las cosas que un Salvador debe verdaderamente experimentar: tal salvador es lo que esta nueva teología nos ofrece. No es esa la clase de Salvador que yo necesito, ni tampoco el mundo. Alguien que nunca ha enfrentado pasiones, no puede entender el poder de estas ni el gozo de vencerlas. Si Dios le concedió favores especiales y exenciones a Cristo, en ese mismo hecho lo descalificó para su obra. No puede haber una herejía más dañina que esta que aquí analizamos. Aleja al Salvador que yo he conocido y lo sustituye por una personalidad débil, considerado por Dios como incapaz de resistir y vencer las pasiones que pide al hombre que venza.

Es evidente que nadie puede pretender que creamos en los Testimonios y al mismo tiempo que creamos en la nueva teología según la cual Cristo fue exento de las pasiones humanas. O bien es una cosa, o la otra. La denominación está ahora en la encrucijada y tiene que decidir. Aceptar las enseñanzas de Questions on Doctrine (Preguntas sobre doctrina) implica abandonar la fe en el Don [de profecía] que Dios ha dado a este pueblo.

Algo de historia

Quizá al lector le interese saber la forma en que estas nuevas doctrinas fueron aceptadas por los dirigentes, y cómo vinieron a ser incluidas en Questions on Doctrine, recibiendo de esa manera apoyo oficial.

El problema de la naturaleza de Cristo mientras estuvo en la carne es uno de los pilares fundamentales de la cristiandad. De esa doctrina depende la salvación del hombre. El apóstol Juan la señala como un factor determinante:

Todo espíritu que confiesa que Jesucristo vino en carne, es de Dios, y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios (1 Juan 4:2-3).

¿En qué tipo de carne vino Jesús a esta tierra? Repetimos una cita que ya hemos dado antes:

Cristo tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad degenerada. Únicamente así podía rescatar al hombre de las profundidades de su degradación (El Deseado, 91-92).

Solamente colocándose al nivel de la humanidad que vino a salvar, podía Cristo mostrar al hombre cómo vencer sus debilidades y pasiones. Si los hombres con los que se asoció hubiesen entendido que estaba exento de las pasiones con las cuales tenían que batallar ellos, su influencia habría quedado inmediatamente destruida y hubiera resultado ser un impostor. Su declaración: “Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33), quedaría reducida a una jactanciosa deshonestidad, porque estando exento de pasiones no tenía nada que vencer. Su promesa de que “al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apoc 3:21), se enfrentaría inmediatamente a la reclamación de que si Dios los eximiera también a ellos de las pasiones, entonces también podrían vencer como Cristo venció.

El que Dios eximiera a Cristo de las pasiones que corrompen al hombre es el colmo de la herejía. Significa la destrucción de toda verdadera religión y anula completamente el plan de la redención, convirtiendo a Dios en un engañador y a Cristo en su cómplice. Sobre aquellos que enseñan una falsa doctrina como esa, destructora de las almas, descansa una pesada responsabilidad. La verdad, por supuesto, es que Dios “no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Rom 8:32). Precisamente debido a que su naturaleza era sensible a la menor ofensa, irreverencia o desprecio, su prueba fue más dura y sus tentaciones más fuertes que las que nosotros hayamos jamás enfrentado. Resistió “hasta la sangre”. No; Dios no lo dispensó, no lo eximió. En su agonía

ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente (Heb 5:7).

Aunque era Hijo, a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia (Heb 5:8).

 En vista de todo lo anterior nos preguntamos: ¿Cómo consiguió entrar en nuestra denominación esa doctrina que deshonra a Dios? ¿Fue el resultado de un estudio profundo con oración, por parte de hombres competentes durante años, y fueron las conclusiones finales sometidas a la denominación en reuniones públicas, anunciándolo de antemano en la Review, dando los detalles de cuáles eran los cambios contemplados, tal como la denominación ha establecido como método adecuado de efectuar modificaciones? No sucedió nada de eso. Apareció un libro anónimo*, y se puso freno a todo el que objetara.

* [Aunque hoy se sabe que el libro lo escribieron L.E. Froom, R.A. Anderson y W.E. Read, durante muchos años no se desveló la autoría del libro].

Esta es la historia de cómo lograron introducirse en la denominación esas nuevas doctrinas, según informa el Dr. Donald Grey Barnhouse, editor del diario religioso protestante ‘Eternity’. Publicado en su revista en septiembre de 1956, y posteriormente publicado como un artículo con derechos de autor titulado: ¿Son cristianos los Adventistas del Séptimo Día? (citamos dicho artículo con la debida autorización). Resaltamos que el Dr. Barnhouse afirmó que todo el contenido del artículo fue sometido a los hermanos adventistas para su aprobación antes de ser publicado. El hecho de que ese informe se haya estado imprimiendo durante tres años aproximadamente sin la menor corrección o protesta por parte de nuestros dirigentes, es una clara evidencia confirmativa de que aceptaron la veracidad del informe.

El Dr. Barnhouse informa que “hace poco menos de dos años se decidió que el Sr. Martin iniciara una investigación sobre el Adventismo del Séptimo Día”. El Sr. Walter R. Martin era en aquel tiempo un candidato al grado de Doctor en Filosofía en la Universidad de Nueva York, y estaba también en relación con el comité editorial de la revista ‘Eternity’. Queriendo obtener información fidedigna de primera mano, el Sr. Martin fue a Washington a la sede de los Adventistas, donde se encontró con algunos de los dirigentes. “La respuesta fue inmediata y entusiasta”.

El Sr. Martin “percibió... inmediatamente que los Adventistas estaban negando categóricamente ciertas posiciones doctrinales que anteriormente se les había atribuido”. Entre las más importantes estaba la marca de la bestia y la naturaleza de Cristo durante su encarnación. El Sr. Martin “les señaló que en la librería contigua al edificio donde se estaban llevando a cabo las reuniones, un cierto libro publicado por ellos y escrito por uno de sus pastores decía categóricamente lo contrario a lo que ellos estaban sosteniendo ahora. Los dirigentes hicieron traer el libro y descubrieron que el Sr. Martin estaba en lo correcto, e inmediatamente trajeron este hecho a la atención de los oficiales de la Asociación General, urgiendo a que se remediara la situación y a que se corrigieran tales publicaciones”.        

Esto tenía relación con la doctrina de la marca de la bestia, una de las doctrinas fundamentales de la iglesia Adventista casi desde sus comienzos. Cuando los dirigentes descubrieron que el Sr. Martin tenía razón, sugirieron a los oficiales que la situación fuese “remediada y que tales publicaciones se corrigieran”. Se hizo así. No fuimos informados sobre qué publicaciones fueron “remediadas y corregidas”, ni si sus autores fueron notificados antes de hacer los cambios; si fue consultado el comité de los libros afectados, ni si los editores de los libros o las casas publicadoras estuvieron de acuerdo con los cambios. Lo que sabemos es que en los libritos de la Escuela Sabática del segundo trimestre de 1958, que trataban del libro de Apocalipsis capítulo a capítulo, el capítulo 13 que se refería la marca de la bestia, fue omitido por completo. El capítulo 12 estaba ahí, y también el 14, pero no estaba el 13. Evidentemente, los libritos de Escuela Sabática habían sido “remediados y corregidos”.

Es ciertamente una anomalía que un pastor de otra denominación tenga la influencia suficiente como para hacer que nuestros dirigentes corrijan nuestra teología, efectúen cambios en las enseñanzas de la denominación, en doctrinas vitales de la iglesia, e irrumpan incluso en las Escuelas Sabáticas mundiales y oculten de ellas las importantes lecciones de Apocalipsis 13. El que nuestros dirigentes se avengan a eso es equivalente a una abdicación de su liderazgo.

El mismo procedimiento

Pero eso no es todo. El Dr. Barnhouse informa que se actuó de igual modo con respecto a la naturaleza de Cristo durante la encarnación, el asunto que hemos estado tratando aquí. Nuestros dirigentes aseguraron al Dr. Martin que “la mayoría de la denominación ha mantenido siempre que [la naturaleza de Cristo durante la encarnación] era impecable, santa, y perfecta, a pesar de que algunos autores [adventistas] publicaron ocasionalmente en prensa puntos de vista completamente contrarios y repugnantes a la mayoría de la Iglesia”.

Si nuestros dirigentes le dijeron eso al Sr. Martin, entonces le dijeron la mentira más grande que se puede decir, ya que la denominación nunca mantuvo otro punto de vista diferente al expresado por la Sra. White en las citas reproducidas en este artículo. Desafiamos a nuestros dirigentes, o a cualquiera, a que pruebe esas aseveraciones. Cuán rematadamente falso es que ciertos escritores fueran a la imprenta con puntos de vista “completamente repugnantes a la mayoría de la Iglesia”. Ellen White fue uno de esos escritores que “publicaron... en prensa”. Vean también lo que nuestro libro básico, Bible Readings for the Home (Las hermosas enseñanzas de la Biblia), vendido por millones, tiene que decir al respecto. Tengo ante mí dos copias: una impresa por Pacific Press en 1916, y la otra por la Southern Publishing en 1944. Ambas dicen lo mismo. Aquí están las enseñanzas aceptadas por la denominación:

En su humanidad Cristo participó de nuestra naturaleza pecaminosa. Si no fuese así, entonces no habría sido “hecho semejante a sus hermanos”, no habría sido “tentado en todo como lo somos nosotros”, no habría vencido como nosotros tenemos que vencer, y no habría podido ser el completo y perfecto Salvador que el hombre necesita y tiene que tener para ser salvo. La idea de que Cristo nació de una madre inmaculada o impecable (los protestantes no reclaman esto de la virgen María), que no heredó tendencias al pecado, y que por esta razón no pecó, lo sustrae de la esfera de un mundo caído y del preciso lugar en donde se necesita el auxilio. En su humanidad, Cristo heredó justamente aquello que hereda todo hijo de Adán: una naturaleza pecaminosa y caída. En su divinidad, desde su misma concepción fue engendrado y nacido del Espíritu. Y fue así a fin de situar a la humanidad en terreno ventajoso, y para demostrar que de igual manera, todo aquel que “es nacido del Espíritu” puede ganar victorias similares sobre el pecado en su propia carne pecaminosa. Por lo tanto, cada cual ha de vencer tal como Cristo venció (Apoc 3:21). Sin ese nacimiento no puede haber victoria sobre la tentación ni salvación del pecado (Juan 3:3-7) (Página 21)

[N. del T.: Dos años después —1946— se cambió esa nota en la nueva edición del libro, que resultó también así “remediado y corregido”. Esta última es la versión que se tradujo al español y se distribuyó al mundo hispanohablante].

Tratando de explicar cómo es que algunos autores “publicaron ocasionalmente en prensa” sus puntos de vista [“completamente repugnantes a la mayoría de la Iglesia”], nuestros dirigentes dijeron al Sr. Martin que “había algunos entre ellos que eran ‘lunáticos marginales’, de igual forma en que hay locos irresponsables en todas las áreas del cristianismo conservador”. Creo que fueron demasiado lejos. Su afirmación sitúa a Ellen White entre los “lunáticos marginales” que publicaron en prensa, como también a los autores de Bible Readings for the Home (Las hermosas enseñanzas de la Biblia). Nuestros dirigentes deberían pedir la más humilde disculpa a la denominación, por calumniar a sus miembros de esa forma. Cuesta creer que hayan podido llegar a hacer declaraciones como esas. Pero la acusación ha venido siendo impresa por casi tres años sin que haya habido protesta o corrección alguna. Es humillante que se haya podido hacer una acusación como esa, y peor aún que nuestros dirigentes persistan en su actitud.

A fin de que el lector pueda analizar por sí mismo el informe del Dr. Barnhouse, reproduzco aquí porciones de su documento titulado: ¿Son cristianos los Adventistas Del Séptimo Día? No es el informe en su totalidad, sino sólo la parte que está relacionada con las cuestiones aquí analizadas. Posteriormente presentaré otras partes del mismo.

Hace poco menos de dos años se decidió que el Sr. Martin iniciase una investigación sobre el Adventismo del Séptimo Día. Nos pusimos en contacto con los Adventistas diciendo que queríamos tratarlos con ecuanimidad, y que apreciaríamos la oportunidad de entrevistarnos con algunos de sus dirigentes. La respuesta fue inmediata y entusiasta.

El Sr. Martin fue a Takoma Park, Washington DC, a las oficinas centrales del movimiento Adventista del Séptimo Día. Al principio los dos grupos se miraron el uno al otro con considerable recelo. El Sr. Martin había leído una gran cantidad de literatura adventista y les presentó una serie de aproximadamente 40 preguntas relacionadas con la posición teológica que mantenían. En un segundo encuentro se le presentó una serie de páginas con respuestas detalladas a sus preguntas. Percibimos inmediatamente que los adventistas estaban negando de forma categórica algunas posiciones doctrinales que antes se les habían atribuido. A medida que el Sr. Martin leía las respuestas que le daban, llegó, por ejemplo, a una declaración que repudiaba completamente el pensamiento de que la observancia del Sábado del Séptimo Día fuera básica para la salvación, y la negación de cualquier enseñanza de que la observancia del primer día de la semana significase recibir la “marca de la bestia” del anticristo. [Martin] les señaló que en la librería contigua al edificio en el que se estaban celebrando aquellas reuniones, cierto libro publicado por ellos y escrito por uno de sus ministros declaraba categóricamente lo contrario a aquello que estaban ahora afirmando. Los dirigentes buscaron el libro, descubrieron que el Sr. Martin estaba en lo correcto, e inmediatamente trajeron este hecho a la atención de los oficiales de la Asociación General, diciéndoles que esa situación debía ser remediada y que tales publicaciones debían ser corregidas. Ese mismo procedimiento se repitió en relación con la naturaleza de Cristo durante la encarnación, [afirmaron] que la mayoría de la denominación había siempre mantenido que era impecable, santa, y perfecta, a pesar del hecho de que algunos escritores [adventistas] hubieran publicado ocasionalmente en prensa puntos de vista contrarios, completamente repugnantes a la mayoría de la Iglesia. Después le explicaron al Sr. Martin que tenían entre ellos a algunos miembros “lunáticos marginales”, de igual manera que hay locos irresponsables en todas las áreas del cristianismo conservador. Esta acción de los Adventistas del Séptimo Día fue indicativa de pasos similares que se tomaron subsecuentemente.

El libro del Sr. Martin relativo a los Adventistas del Séptimo Día aparecerá en algunos meses. Va a traer un prefacio de algunos dirigentes responsables de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, para certificar que no son citados erróneamente en el libro, y que en las áreas donde hay acuerdo y desacuerdo según lo muestra el Sr. Martin, se han expuesto de forma fidedigna sus puntos de vista, como también bajo el punto de vista evangélico nuestro. Todas las referencias del Sr. Martin a un nuevo libro adventista sobre sus doctrinas (se llamaría Questions on Doctrine), se referirán a la primera versión de dicho libro, el cual será definitivamente impreso en coincidencia con la publicación de la obra del Sr. Martin. De ahí en adelante toda crítica ecuánime del movimiento adventista deberá tener en cuenta dichas publicaciones simultáneas.

A algunos de nosotros la posición de los Adventistas nos parece en ciertos casos una posición nueva; para ellos tal vez sea meramente la posición del grupo mayoritario del sano liderazgo, que se ha determinado a poner freno a cualquier miembro que procure mantener puntos de vista divergentes del sostenido por el liderazgo responsable de la denominación.

Para evitar acusaciones que les han formulado los evangélicos, los Adventistas han tomado las medidas necesarias para que el programa radial ‘La Voz de la Esperanza’ y la revista más importante ‘Signs of the Times’, sean identificados como pertenecientes a la iglesia Adventista del Séptimo Día.

Para terminar este documento, quisiera resaltar ciertos hechos:

1.- Questions on Doctrine —página 383— declara que Cristo estuvo exento. El Espíritu de Profecía deja claro que Cristo no estuvo exento de las tentaciones y pasiones que afligen a los hombres. Cualquiera que acepte la nueva teología tiene que rechazar los Testimonios. No hay otra opción.

2.- El Sr. Martin fue el instrumento empleado para que cambiara nuestra enseñanza sobre la marca de la bestia y la naturaleza de Cristo en la encarnación. En otros libros se hicieron cambios similares, pero no fuimos informados acerca de cuáles fueron esos cambios.

3.- Nuestros dirigentes se han comprometido a no hacer proselitismo. Eso va a detener efectivamente nuestra obra en el mundo. Se ha contraído el compromiso de informar al Sr. Martin acerca de aquellos que transgredan esa resolución.

4.- Hemos sido amenazados de que se pondrá freno a todo aquel que deje de creer y seguir a los dirigentes. Se ha caracterizado a los que así hagan, como “locos irresponsables”, militando en un sector “lunático marginal”.

5.- Estamos alarmados al ver que de alguna manera estos laicos evangélicos hayan tenido suficiente influencia en nuestros dirigentes como para hacer que ‘La Voz de la Esperanza’ y ‘Signs of the Times’ hayan tomado las medidas tendentes a “evitar acusaciones que les han formulado los evangélicos”. Estas son noticias siniestras. Esas instituciones son instrumentos de Dios, y es increíble que los dirigentes puedan permitir que los condicione cualquier influencia externa. Se ha cometido un gran pecado contra la denominación, que solamente podrá ser limpiado mediante el profundo arrepentimiento por parte de los culpables, o bien si los implicados renuncian a su oficio sagrado.

Nuestros miembros están grandemente desinformados de los acontecimientos, y se está haciendo todo esfuerzo para mantenerlos en esa ignorancia. Se han dado órdenes para mantener todo en secreto, y es llamativo que aun hasta la última sesión de la Asociación General (1958) no hubo informe alguno por parte de nuestros dirigentes en el sentido de haber estado traficando con los evangélicos y haciendo alianzas con ellos. Nuestros oficiales están jugando con fuego, y la conflagración resultante cumplirá la predicción de que el movimiento Omega “será de una naturaleza asombrosísima”.

Siete veces he solicitado una audiencia, y se me ha prometido una, pero solamente bajo la condición de que se trate de un encuentro privado con cierto hombre, y de que no se me proporcionaría ninguna grabación de la entrevista. He solicitado una entrevista pública, o en el caso de que sea una entrevista privada, que sea hecha una grabación y que yo reciba una copia. Se me ha negado tal cosa. Como no he podido tener esa entrevista estoy escribiendo estas cartas, las cuales contienen, y contendrán aquello que habría dicho en esa entrevista. ¿Puede el lector deducir las razones por las que los oficiales no quieren efectuar dicha entrevista [de forma pública]?

Soy Adventista del Séptimo Día y amo este mensaje que he predicado por tanto tiempo. Sufro profundamente cuando veo que los pilares fundamentales están siendo destruidos, cuando veo que las verdades benditas que han hecho de nosotros lo que somos están siendo abandonadas.

Estoy agradecido por gozar de buena salud, y deseo las bendiciones del Señor para cada lector. Hemos llegado a tiempos difíciles, y a cada uno corresponde el mantenerse de parte de Dios en estos tiempos peligrosos. Que el Señor esté contigo.

[Nota del traductor: para comprender los orígenes de ese siniestro libro —Questions on Doctrine—, probablemente el más divisivo en toda la historia denominacional adventista, ver este libro de Herbert Douglass: Bifurcación].

Traducción: www.libros1888.com