El infierno en la Biblia-2
La Biblia habla repetidamente del infierno, del fuego del
infierno y de los malvados yendo al infierno cuando meren. Eso demuestra el
estado consciente de los muertos
La forma directa de responder a esta objeción es examinando el uso de la palabra “infierno” en la Biblia. En el Antiguo Testamento “infierno” se traduce siempre de la palabra hebrea seol, que significa simplemente “el estado desconocido, oculto o invisible” (ver Concordancia analítica de Young). Seol no conlleva ninguna idea de fuego o de castigo. Leemos que “Jonás oró al Señor su Dios desde el vientre del pez … Desde las entrañas del sepulcro [seol] pedí auxilio” (Jonás 2:1-2, NVI). Es difícil imaginar algo parecido al fuego en las entrañas del gran pez y en medio del frío mar.
Seol se traduce frecuentemente como
“sepulcro”. Buenos y malos van allí. “¿Quién hay que viva y no muera jamás, o
que pueda escapar del poder del sepulcro [seol]?” (Salmo 89:48, NVI). Vemos que seol va asociado a la muerte, no al
tormento ni al fuego. Dijo el recto Job: “El único hogar que espero es el
sepulcro [seol]” (Job
17:13, NVI). El salmista
escribió: “Bajan al sepulcro [seol] los malvados” (Salmo 9:17, NVI).
En el Nuevo Testamento, la palabra “infierno” se ha
traducido de las tres palabras griegas siguientes:
1. En una ocasión a partir de tartaros, que significa “un abismo
oscuro” (Lexicón griego de Liddell y Scott). Esa
palabra se emplea en relación con el hecho de haber sido arrojados a la
“oscuridad” los ángeles rebeldes. La palabra no contiene la idea de fuego ni de
tormento. El texto (2 Pedro 2:4) afirma que
esos ángeles están “reservados al juicio”: un evento futuro (ver también
Apocalipsis 12:7-10).
2. En diez ocasiones se ha traducido “infierno” a partir de hades, que significa “el abismo,
el mundo inferior, el sepulcro, la muerte” (ver Lexicón griego de Liddell y
Scott). Hades describe el mismo lugar que
seol, tal como demuestran dos
hechos:
2.a. La Septuaginta, la
traducción al griego del Antiguo Testamento, traduce seol como hades casi sin excepción.
2.b. Al citar la profecía del
Antiguo Testamento relativa a Cristo: “No dejarás mi alma en el seol” (Salmo 16:10), en el Nuevo
Testamento se tradujo: “No dejarás mi alma en el hades” (Hechos 2:27; la NVI traduce acertadamente “sepulcro”).
Cuando en el Nuevo Testamento se lee “infierno” como
traducción de hades, el lector no debe entender
que se refiera a la morada exclusiva de los inicuos, o a un escenario de fuego
y azufre, ya que:
2.1. La definición primaria de hades, tal como hemos visto, no
implica una comprensión como esa.
2.2. Hemos visto que el Antiguo
Testamento presenta tanto a justos como injustos yendo al seol. Hemos visto también que hades (griego) es coincidente con
seol (hebreo). ¿Fueron los
antiguos patriarcas a un escenario de llamas y tormento?
2.3. El Nuevo Testamento
presenta a Cristo estando en el hades (Hechos 2:27). Para ser consistentes, quienes creen en la
doctrina de las almas incorpóreas y de un infierno en llamas en el presente han
de interpretar este texto de Hechos como implicando que cuando murió en la
cruz, el alma incorpórea de Cristo descendió a las llamas del infierno. Pero
por otra parte intentan probar a partir de Lucas 23:43 y 46 que, al morir,
Cristo subió a Dios. Es evidente que ambas interpretaciones no pueden ser
correctas. En realidad, ambas son erróneas.
Quienes creen en la
inmortalidad natural del alma y en la posibilidad de vida humana fuera del
cuerpo, así como en la existencia de un infierno en llamas en el presente,
interpretan equivocadamente Lucas 23:43 y también Hechos 2:27. Cuando murió
Cristo clamó “Consumado es”. Su muerte fue la manifestación máxima de su
sufrimiento para salvar a la humanidad. Las ideas erróneas de la mayor parte de
teólogos sobre el infierno y el hades les han causado perplejidad al leer ese texto de Hechos. No
pueden comprender por qué Cristo tuvo que descender a las llamas del infierno
tras su muerte.
Aunque siendo un creyente en
la inmortalidad natural del alma, Albert Barnes, el eminente comentador
presbiteriano, solucionó con valentía la dificultad de ese texto descartando el
significado espeluznante que muchos teólogos dan a la palabra hades. Barnes afirma: “La palabra
griega hades significa literalmente un
lugar desprovisto de luz, una morada oscura”. En consecuencia, explica así
Hechos 2:27: “Significa simplemente: ‘Tú no me dejarás ENTRE LOS MUERTOS’”. Además, recuerda a sus
lectores que la palabra original para “alma” puede significar “el propio
individuo”. Por ese motivo en la frase citada sustituyó acertadamente “mi
alma” por “me”.
Así, podemos ver Hechos 2:27
como una evidencia de que hades significa simplemente el lugar donde yacen los muertos,
incluyendo a los justos muertos; y que de forma alguna está relacionado con el
fuego o el tormento.
Llegamos a idéntica
conclusión al examinar 1 Corintios 15:55, donde “sepulcro” se ha traducido de hades, del que finalmente los
justos saldrán victoriosos en la resurrección. De hecho, 1 Corintios 15:55 es
una cita del Antiguo Testamento, siendo allí seol la palabra que en 1
Corintios se tradujo como hades: “De la mano del seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo
seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh seol” (Oseas 13:14). Es evidente que seol o hades significa sepulcro, muerte.
En la VULGATA LATINA, Jerónimo tradujo inferus (inferior) la palabra hades en Apocalipsis 20:13.
2.4. Los eruditos de la lengua
griega que tradujeron la American Revised Version, comprendiendo sin
duda que “infierno” había venido a significar un lugar donde se sufría el
tormento del fuego, decidieron no traducir el término griego hades, sino transliterarlo,
transferirlo al inglés (también la Reina Valera a partir de 1960). Sí
tradujeron como “infierno” otra palabra griega que más tarde analizaremos.
2.5. Moulton y Milligan,
eminentes eruditos de la lengua griega, proporcionan esta información: “La
palabra [hades] es frecuente en las
lápidas en Asia Menor” (The Vocabulary of the Greek Testament, sobre la
palabra hades).
No hace falta señalar que
los enlutados de Asia Menor (Anatolia) habrían evitado la palabra hades en las lápidas de sus seres
amados fallecidos, si es que hubiera significado lo que ahora se suele entender
por “infierno”.
La única ocasión en que la
Biblia presenta la idea de tormento asociada a hades es en Lucas 16:23, en la
parábola del rico y Lázaro. No es posible basar una doctrina en una parábola.
Ver respuesta a la objeción de Lucas 16:23 aquí.
3. En doce ocasiones se ha traducido “infierno” a partir de la
palabra griega Gehena, que es el equivalente
griego a la palabra hebrea Hinnom: un valle cercano a Jerusalén “que se empleaba para arrojar
cadáveres de animales y de malhechores, los cuales eran consumidos por un fuego
que se mantenía constantemente encendido” (Lexicón griego de Liddell y Scott). Así,
de las tres palabras a partir de las cuales se traduce “infierno” en la Biblia,
Gehena es la única que conlleva la
idea de fuego o tormento.
En relación con las doce veces en que se empleó Gehena, hay dos hechos destacados:
3.1. Del “cuerpo”, tanto como
del alma, se dice que va a ser “echado al infierno”. En dos lugares se
especifica “todo tu cuerpo” (Mateo 5:29-30). “No temáis a los que matan el
cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir
el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).
3.2. En ninguno de los doce textos
se especifica cuándo van a ser echados al infierno los impíos. El juicio
del fuego se describe simplemente como un evento futuro. Eso anula la
argumentación en que se basa la objeción.
No obstante, los dos hechos citados contienen la
evidencia de que ese evento futuro no tiene lugar inmediatamente después
de la muerte. “Todo tu cuerpo” no es echado en las llamas del infierno al
morir, y no hay la menor evidencia en los textos bíblicos, de que el “alma” sea
arrojada en un tiempo, y el “cuerpo” en otro momento posterior separado del
primero. La doctrina de la inmortalidad inherente del alma, al definir el alma
como el auténtico ser humano, y el cuerpo como la prisión del alma, busca
convencernos de que el auténtico ser humano va inmediatamente al fuego del
infierno al morir (si es impío), mientras que en un tiempo distante en el
futuro Dios resucitará el cuerpo que había estado en el polvo de la tierra para
arrojarlo al fuego del infierno. Nosotros evitamos esa conclusión irracional y
sin apoyo en las Escrituras al comprender la expresión “el alma y el cuerpo” como
significando la totalidad del ser humano, visto en su plenitud física y mental:
“todo tu cuerpo”. ¿Cuándo será la totalidad de la persona arrojada
corporalmente al juicio del fuego eterno? En el gran día del juicio final,
cuando los impíos muertos hayan resucitado, cuando todo el que haya sido
declarado culpable en el juicio sea “lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis
20:11-15).
Observa que se habla acerca de impíos que son lanzados
(arrojados) al lago de fuego. Eso describe el acto de echar algo a las llamas. Observa
también un hecho significativo que es más que una simple coincidencia casual en
la terminología: la misma palabra “lanzado” (balo en griego) de Apocalipsis
20:15, es la que se emplea en los varios textos que se refieren a la Gehena. En no menos de seis de
esos textos leemos balo
eis Gehena (“lanzado al infierno”: Mateo 5:29 y 30, etc. ver también Mateo 25:31 y
41 en relación con el tiempo en que los impíos serán sometidos al juicio del
fuego eterno).
De lo anterior concluimos que la Biblia no sustenta la
idea de que los impíos van a las llamas del infierno al morir, sino que el día
en que sean “echados a la Gehena” está todavía en el futuro.
Listado de los textos bíblicos en los que se tradujo
“infierno” (no en todas las versiones):
1.
De tartaros: 2 Pedro 2:4.
2. De hades: Mateo 11:23; 16:18; Lucas 10:15; 16:23;
Hechos 2:27 y 31; Apocalipsis 1:18; 6:8; 20:13 y 14.
3. De Gehena: Mateo 5:22, 29 y 30; 10:28;
18:9; 23:15 y 33; Marcos 9:43, 45 y 47; Lucas 12:5; Santiago 3:6.
Tomado de Francis D. Nichol, Answers to
Objections (Review and Herald Publishing Association, Washington).
Traducción: www.libros1888.com