¿Devoción matutina hipnótica?
LB, 17/3/2016

 

Este es mi comentario a la lectura devocional correspondiente al 5 de marzo de 2016. Como es habitual en mi iglesia, ese sábado se leyó la meditación, y su contenido sorprendió a unos cuantos en la audiencia. En su edición digital dice así (los subrayados son míos):

“Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe”. Hebreos 12:2, NVI

¿HAS LEÍDO ALGUNA VEZ el libro de Ezequías completo? La mayoría de la gente no lo ha hecho. No existe. Y esa es la sensación que muchos tenemos de la Biblia: una colección de gente antigua anónima que no tenía ni idea de lo complicada que sería hoy nuestra supervivencia.

El método de oración que voy a sugerir aquí te mantendrá alejado de Ezequías durante un tiempo. Como un atleta —espiritualmente, Pablo nos describe a todos compitiendo en la carrera de la vida (ver 1 Cor 9:24)—, necesitamos “alimentación energizante” muy concentrada. Y la mayor concentración de poder nutricional espiritual de toda la Biblia está encerrada en Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Por esa razón El Deseado de todas las gentes nos invita: “Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión a la contemplación de la vida de Cristo. Deberíamos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, especialmente de las finales” (cap. 8, p. 66). Y eso precisamente hará esta nueva forma de orar.

Verás, tu tiempo con Jesús en los Evangelios demostrará la veracidad de la antigua ley de que nos convertimos en lo que contemplamos. No podemos quebrantar esa ley, pero ella puede quebrantarnos a nosotros. Porque cualquier cosa en la que centremos resueltamente nuestra mente se incrusta en nuestra misma alma. Leí sobre un experimento en el que dieron a un joven, sometido a hipnosis, un trozo de tiza para que lo “fumara”. Los investigadores le aseguraron que era un cigarrillo, así que el joven “fumó” la tiza. De repente, fingieron alarma, porque el “cigarrillo” había quemado al joven, le vendaron los dedos, lo sacaron de la hipnosis, explicaron el “accidente” y le dijeron que volviera al día siguiente. Efectivamente, cuando le quitaron las vendas, el hombre había desarrollado ampollas donde sus dedos habían sujetado la tiza. Su cuerpo se convirtió literalmente en lo que su mente pensaba. Contemplando, cambiamos.

Dada esta hora crítica de la historia de la tierra, ¡cuán esencial es entonces que los elegidos centren su mente y su corazón en Jesús! Porque, ¿quién sino Miguel puede librarnos? Por eso, aquí, en tu oratorio, cuando estás listo para empezar, invita al Espíritu Santo para que use los siguientes minutos e infunda el retrato de tu Salvador profundamente en tu corazón y tu mente. Como enseña nuestro texto de hoy, pide al Espíritu que fije tu “mirada en Jesús”.

Como dice ese viejo himno: “Fija tus ojos en Cristo, tan lleno de gracia y amor, y lo terrenal sin valor será a la luz del glorioso Señor”.

 

La primera sección es una pregunta-trampa para recordar amablemente la necesidad de leer / estudiar la Biblia. Quien no tenga ese hábito, probablemente se haya dicho: ‘Es verdad, debe hacer tiempo que no leo el libro de Ezequías, porque ni siquiera recuerdo de qué trata’. Es una buena forma de hacerle ver que en caso de haber estado cultivando el hábito de leer la Biblia, habría sabido inmediatamente que ese libro no existe, y simplemente habría sonreído en lugar de quedar perplejo. No obstante, es improbable que quienes no tienen el hábito de leer la Biblia, tengan el de leer la devoción matinal. Y de existir tales casos, es posible que su situación no fuera peor si carecieran de ambos hábitos.

La siguiente declaración es más que discutible: “La mayor concentración de poder nutricional espiritual de toda la Biblia está encerrada en Mateo, Marcos, Lucas y Juan”. Esa es la opinión generalizada en el entorno de One Project, quienes, antes de sus encuentros, piden que los asistentes hayan leído esos cuatro evangelios y el libro El Deseado (sin embargo, desaconsejan / desprecian Daniel, Apocalipsis, El Conflicto de los siglos y otra literatura sagrada especialmente relevante en relación con la identidad y misión de la Iglesia adventista). En todo caso, es una cuestión de opinión, y quizá sea mejor guardarla para uno mismo. En el caso citado de One Project, la impresión es que recomiendan esos libros en detrimento de otros, tanto de la Biblia como de Ellen White.

El segundo párrafo es inquietante: el autor parece haber encontrado en esa cita de Ellen White (de El Deseado) una oportunidad para enseñar su “nueva forma de orar”. Así comienza el autor el párrafo: “El método de oración que voy a sugerir aquí…

Una cita en la que Ellen White habla de “contemplación” es quizá una tentación demasiado grande para alguien interesado en la oración contemplativa: esa nueva forma de orar que la iglesia emergente ha tomado de las viejas prácticas medievales popularizadas por Ignacio de Loyola, y de las antiguas religiones orientales: una mezcla de panteísmo y misticismo.

Volveremos después a la contemplación. Veamos ahora el relato del tercer párrafo:

Es la historia de un joven que fue “sometido a hipnosis”. En aquella sesión le dieron un trozo de tiza para que lo “fumara”, cosa que el joven hizo en sumisión hipnótica. Después le hicieron creer que se había quemado los dedos con aquel “cigarrillo” y le vendaron la mano. Al día siguiente, terminada ya la sesión de hipnosis y destapado el vendaje, comprobaron que había desarrollado quemaduras de segundo grado en los dedos que habían sujetado la tiza.

El párrafo termina así: “Contemplando, cambiamos”.

Es cierto que contemplando somos transformados, aunque esa no es la única ley que rige en la experiencia humana. Probablemente el autor esté evocando 2 Corintios 3:18, uno de los pasajes más empleados por los místicos para justificar sus prácticas contemplativas.

La frase que antecede a esta última, contiene la afirmación básica del razonamiento propuesto: “Su cuerpo se convirtió literalmente en lo que su mente pensaba”. El autor presenta eso como el fruto de un  proceso natural, fisiológico, y ahí está el gran problema.

La implicación parece ser esta: ‘El episodio demuestra que la mente posee una gran influencia sobre el cuerpo —de hecho, sobre la persona— mediante la contemplación’. De ahí su invitación a fijar la mente en Cristo. Lógicamente, en ese caso el poder de la mente se ejercerá de forma que, contemplando a Cristo, seremos transformados (a su semejanza).

Pero hay que ser claros: NO es el poder de la mente sobre el cuerpo, sino el poder de Dios, el que efectúa el cambio deseado en el cristiano. Eso  no equivale a poner en duda la influencia que la mente tiene sobre el cuerpo, aunque ciertamente actúa tanto para el bien, como para el mal. Esa es una ley” indiscutible.

Ahora, ¿es correcto aplicar ese principio a la sesión hipnótica, y atribuir aquel resultado sobrenatural al poder que la mente ejerce sobre el cuerpo? Lo sucedido en la hipnosis obedece seguramente a otra ley, bien distinta a la ley de la contemplación-transformación.

Volvamos al razonamiento del autor: parece consistir en que ese experimento demuestra el poder de la mente para transformar a la persona (para mal); en consecuencia, sugiere canalizar (para bien) ese poder mediante “esta nueva forma de orar", nueva forma que intenta justificar con una cita de Ellen White que anima a contemplar y meditar en la vida de Cristo, especialmente en sus escenas finales.

El razonamiento en sí parece lógico, una vez aceptadas sus premisas. La cuestión es: ¿son válidas las premisas en que se basa? Hay varias cuestiones, y una de ellas es de importancia vital, ya que sobre ella se edifica todo lo que el autor quiere enseñar a la comunidad adventista en su meditación matinal. Aquí hay un problema:

Las quemaduras que aparecieron en los dedos del joven como consecuencia de una sesión de hipnotismo, el autor las atribuye equivocadamente al poder de la mente del joven (“su cuerpo se convirtió literalmente en lo que su mente pensaba. Contemplando, cambiamos").

¿Tiene la mente humana TODO ESE PODER?

Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo (Colosenses 2:8).

Se me indicó que el pasaje de Colosenses 2:8 se aplicaba especialmente al espiritismo moderno (1 JT, 96).

Jesús no les ha enseñado esta filosofía [acaba de citar Col 2:8]Él no dirigió la mente de los pobres mortales a sí mismos, como si poseyesen algún poder (Id.).

Si el joven no se hubiera sometido a una sesión hipnótica, ¿habría podido, mediante el poder de su mente, lograr que su piel llegara a desarrollar quemaduras? Si respondemos afirmativamente, ¿no estamos atribuyendo a la mente humana poderes sobrenaturales? Eso no estaría muy lejos de la filosofía panteísta según la cual la mente es capaz de todo, por formar parte del Todo (divino). Si objetamos que el trance hipnótico le otorga a la mente ese poder “extra” en la contemplación, ¿no estamos con ello exaltando el hipnotismo, esa ciencia satánica?

¿Cuál es el poder de una mente como la del joven, una mente que se abandonó a sí misma, claudicando y sometiéndose a los dictados de otra mente para ser hipnotizada por ella? Ahí no hay poder, sino la más absoluta debilidad y miseria. Si es que el experimento pudiese demostrar algo en relación con el poder de la mente, no se trataría del poder de la mente del joven hipnotizado, sino más bien del poder de una mente sobre otra: el poder de la mente del hipnotizador sobre el hipnotizado, quien permanece abducido y alienado. ¿Es esa una buena ilustración para la obra del evangelio?

¿Cuál es realmente el poder que opera en ese proceso? ¿Es el poder de la mente del hipnotizador?

No. Tampoco es el poder de la mente del hipnotizador. Es el poder de la mente, pero no el de la mente de las personas que participan en la práctica hipnótica. Veamos de qué mente y de qué poder se trata. Es un elemento clave, e ignorarlo u olvidarlo tiene el mismo resultado funesto que ignorar u olvidar la presencia y obra de Satanás.

Lo experimentado en lo pasado se repetirá. En lo porvenir las supersticiones satánicas cobrarán formas nuevas. El error será presentado de un modo agradable y halagüeño. Falsas teorías, revestidas de luz, serán presentadas al pueblo de Dios. Así procurará Satanás engañar a los mismos escogidos, si fuere posible. Se ejercerán influencias extremadamente seductoras; se hipnotizarán las mentes…

Se valdrá del poder de la mente sobre la mente para ejecutar sus planes (3 JT, 271-271).

La teoría del gobierno de una mente por otra fue ideada por Satanás…
Abre una puerta por donde Satanás entrará a tomar posesión tanto de la mente sometida a la dirección de otra mente, como de la que se arroga esta dirección
(2 MCyP, 740-741).

Es un error patético atribuir al poder de la contemplación (al poder de la mente) lo que es en realidad el poder de Satanás: la mente maestra en el arte de engañar. Es él quien opera cuando una mente se entrega a otra. Satanás “entrará a tomar posesión” de ambas mentes y de ambos cuerpos. Las ampollas en los dedos del joven sometido a la hipnosis no son evidencia del poder de la mente del joven sobre el cuerpo, sino del poder de Satanás mediante su método favorito: la hipnosis, el dominio / sometimiento de una mente a otra.

Satanás ejerció su poder hipnótico sobre Adán y Eva, y se esforzó por ejercer ese poder sobre Cristo (Ellen White, 5 CBA, 1057).

El gran problema de las falsas premisas es que llevan a resultados inesperados. Siguiendo el argumento del autor, la aplicación de ese poder [satánico] al nuevo tipo de oración [contemplativa] con la finalidad de que seamos transformados, logrará la deseada transformación… Pero ¿será una transformación a semejanza de Cristo? —Será a semejanza de la fuente del poder que produjo las quemaduras en el joven.

En este punto es posible que surja la pregunta: ¿qué es lo que buscaba Satanás al producir esas ampollas en la mano del joven?

—Buscaba precisamente que las personas creamos en el gran poder de nuestra mente, en el supuesto poder inherente del hombre (“seréis como dioses”), especialmente cuando una mente humana se somete a otra en total ignorancia de la realidad y poder de Satanás. Eso le da a él una magnífica oportunidad de esclavizarnos y hacernos sus súbditos sin que siquiera lo sospechemos.

Quiero decirles que la cura por el poder de la mente es una ciencia satánica…       
Sepárense de todo lo que se parezca al hipnotismo, porque es una ciencia utilizada por instrumentos satánicos
(Id., 743-744).

Si la cura por el poder de la mente es una ciencia satánica, ¿qué no será la enfermedad o lesión —quemadura— producida en la sesión hipnótica?

Presentar ese prodigio sucedido tras el sometimiento de una mente a otra en el trance hipnótico, a modo de ilustración de lo que puede lograr el poder de la mente para el bien, no es separarse “de todo lo que se parezca al hipnotismo”, sino acercarse torpemente a él.

Así continúa la amonestación de Ellen White citada previamente:

Lo más triste de todo es que, colocados bajo esa influencia engañosa, los hombres tendrán una apariencia de piedad sin estar en verdadera comunión con Dios. Como Adán y Eva, que comieron el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, muchos se alimentan ahora de los frutos del error.

Los agentes satánicos revisten las falsas teorías de un vestido atractivo… Esos agentes hacen penetrar en la mente humana lo que en realidad es un error mortal. La influencia hipnótica de Satanás se ejercerá sobre quienes se aparten de la Palabra de Dios para aceptar fábulas agradables.  
A aquellos que han tenido más luz es a quienes Satanás trata con mayor empeño de seducir. Sabe que si puede engañarlos, ellos, bajo su dirección, habrán de revestir al pecado de ropas de justicia, y así extraviarán a muchos.

A todos digo: Estad apercibidos porque, semejante a un ángel de luz, Satanás entra en cada reunión de obreros cristianos y en cada iglesia, para tratar de atraer los miembros a su lado. Se me ha ordenado que transmita al pueblo de Dios la amonestación: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado” (Gálatas 6:7) (3 JT, 271-272).

¿Es posible que Satanás, quien entra en cada reunión y en cada iglesia para ver a quién puede arrastrar tras de sí, se haga presente en el pensar de la comunidad del mensaje del tercer ángel mediante un obrero indigno —cuyas veleidades emergentes son tristemente conocidas— a través de una meditación matinal que tiende a blanquear la hipnosis satánica y a ocultar el poder de Dios, exaltando en su lugar los poderes de la mente?

¿Desechamos la contemplación? —De ninguna manera, antes bien la establecemos: la meditación, la contemplación, son esenciales para el cristiano. Pero se refieren siempre a una verdad objetiva; tienen que ver con Cristo, con su carácter, con su enseñanza, con sus palabras, con su ley (Salmo 1:2 y 119:15; Josué 1:8).

Observa en la siguiente cita cuál fue el almacén de alimento nutritivo. En el caso de los discípulos no fueron los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan —que aún no se habían escrito—, ni fue tampoco la Palabra encarnada, que se había querido velar expresamente por el momento a fin de dirigir a sus discípulos a la Palabra escrita (Antiguo Testamento):

La Biblia es el almacén que surte sus almas de alimento nutritivo. Meditan en la encarnación de Cristo, contemplan el gran sacrificio hecho para salvarlos de la perdición, para llevarles perdón, paz y justicia eterna. El alma arde con estos temas grandiosos y elevadores. La santidad y la verdad, la gracia y la justicia, ocupan los pensamientos. El yo muere, y Cristo vive en sus siervos. Al contemplar la Palabra, sus corazones arden dentro de ellos, como ocurrió con los corazones de los discípulos mientras iban hacia Emaús y Cristo anduvo con ellos por el camino, y les declaraba en todas las Escrituras [aquí se trataba del Antiguo Testamento] lo que de él decían (TM, 88).

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor 3:18). Contemplar a Cristo significa estudiar su vida tal como es presentada en su Palabra (Ellen White, 6 CBA, 1098, 1097).

El que busca la verdad comprende la perfección de la ley de Dios al contemplar a Cristo con el propósito de ser como él, y se siente insatisfecho con todo lo que no sea la perfección (Id.).

Acudid a Cristo, contemplad la atrayente belleza de su carácter, y al contemplarlo seréis transformados a su semejanza. La neblina que se interpone entre Cristo y el alma será despejada a medida que por fe miramos más allá de la sombra diabólica de Satanás, y veamos la gloria de Dios en su ley y la justicia de Cristo (Id.).

Cuando Ellen White escribió su cita en la página 63 de El Deseado no estaba procurando enseñar una nueva forma de orar. A diferencia de lo que suele ser común entre no pocos predicadores, Ellen White nunca estuvo ávida de reconocimiento, no fue su obsesión enseñar cosas nuevas ni atraer la atención hacia ella misma mediante ideas brillantes y originales —aunque sean de dudoso origen— sino que procuró llevar a las personas a Jesús mediante la Palabra.

Orar es hablar, decir, expresar algo. De ahí el término gramatical “oración”. Lo que propone Ellen White en ese párrafo no es exactamente que nosotros hablemos, oremos, y menos de una forma nueva; sino que dediquemos diariamente un tiempo de calidad a permitir que Cristo nos hable a nosotros mediante su Palabra, haciendo que nuestra imaginación se posesione de cada escena.

Sea la verdad de Dios el objeto de nuestra contemplación y meditación. Leamos la Biblia y considerémosla como la voz de Dios que nos habla directamente (3 JT, 189).

La lectura devocional termina así:

Como enseña nuestro texto de hoy, pide al Espíritu que fije tu ‘mirada en Jesús’”.

¡Cómo! ¿Enseña nuestro texto de hoy que pidamos eso al Espíritu? —Leamos de nuevo el texto (Hebreos 12:2). No enseña eso. Nos invita a fijar la mirada en Jesús, pero nada dice respecto a pedírselo al Espíritu Santo.

Orar al Espíritu Santo es otro deje emergente. La oración al Espíritu Santo tiene el mismo problema que el libro de Ezequías: no existe en la Biblia. No queremos adorar a Dios de la forma que nos plazca, sino precisamente del modo en que él ha establecido. Lo mismo sucede con la oración: queremos orar a Dios siguiendo el método que él ha establecido. Es vital que tengamos la seguridad de que es Dios quien responde a nuestra oración, y eso sólo está garantizado si nos atenemos al método que él dispuso, por precepto y por ejemplo.

“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos”. No encuentro en la Biblia una invitación a que dirijamos nuestras peticiones al Espíritu Santo (quien está en nosotros, los que hemos creído).

Oramos a nuestro Padre celestial. Lo hacemos en nombre de Jesús, y el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos indecibles mientras oramos (Romanos 8:26). Dios lo ha hecho todo maravilloso, y lo ha hecho simple y claro.

Temo que como la serpiente engañó a Eva con su astucia, sean corrompidos así vuestros sentidos en alguna manera, de la simplicidad que es en Cristo (2 Corintios 11:3).

 

 

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