David, figura de Cristo. Hechos 13:22-23
LB, 31 julio 2020

 

En Ezequiel 21:25-27 se anuncia que Sedequías sería el último rey (príncipe) de Israel. Luego vendrían tres “giros” (tres reinados): Medo-Persia, Grecia y Roma.

El siguiente rey sería Cristo (Lucas 1:32): el quinto reino que no tendrá fin. Es por ello que toda pretensión de una teocracia en esta tierra —como la que busca el papado— va contra la profecía.

El plan de Dios no se pudo cumplir con David, incluso representando junto con Salomón el punto álgido en el reinado de Israel, de forma que ese propósito se cumpliría en el antitipo de David, que es Cristo. Lo nombran proféticamente Dan 7:13-14 y Apoc 11:15.

La Biblia lo describe —a David / Jesús— como rey y príncipe (Eze 37:24-25; Isa 9:6-7; Jer 30:9; Ose 3:5), como justo (Jer 23:5-6), como pastor (Eze 34:23-24; Juan 10:16), como siervo ungido, como el escogido, como la simiente o descendencia (Sal 89:3-4 y 35-37; Gál 3:16), y como representante del pacto nuevo o eterno: el mismo que hizo Dios con Abraham (Mat 1:1; Isa 55:3).

Ese es el pacto de la salvación por la gracia —recibida por la fe—, que en Cristo nos provee: (1) perdón de los pecados, (2) intimidad con Dios y (3) poder para caminar en la obediencia (Jer 31:33-34; Heb 8:10-12). Es el nuevo pacto en la sangre de Cristo, derramada por nosotros (Mat 26:28; 1 Cor 11:25).

David, quien fue un gran pecador, fue un ejemplo del verdadero arrepentimiento, y por lo tanto fue un gran receptor de la gracia divina. Permanece como símbolo de la altura espiritual que puede alcanzar el ser humano nacido con naturaleza caída. La inspiración lo señaló como el tipo de Cristo, quien tomó todas nuestras debilidades y todos nuestros pecados, y venció llevando ambas cosas sobre sí. Igual que David, fue siervo, profeta y finalmente rey.

Lo mismo que Abraham, quien al principio medio engañó —diciendo que su esposa era su hermana— y medio desconfió de Dios —recurriendo a Agar—, pero que finalmente creyó y obedeció (Gén 15:6 y 26:5), así también David, aun habiendo caído en grandes pecados, a la postre fue varón conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22-23) y tuvo la perfección que Dios espera de nosotros: la perfección en el arrepentimiento.

 

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