Análisis de la carta al pastor Baker II
Apéndice B, de ‘The Word Was Made Flesh’
Ralph Larson
¿Cuáles fueron los problemas en la experiencia del pastor Baker, que hicieron necesaria la carta de consejo de Ellen White?
No necesitamos especular en relación con el consejo práctico profesional que ocupa la mayor parte de la carta, ya que Ellen White escribió a Baker:
Usted se encontraba abatido y desanimado... Está usted valorando su labor como si fuera poco menos que un fracaso...
Pero los intérpretes de Ellen White aparentemente sintieron que sus dos páginas y media de consejo cristológico no proveían una exposición adecuada del problema, así es que se aventuraron a presentar la suya propia en lugar de la de ella. En esencia sería esta:
Usted ha estado equivocado en su creencia de que Cristo vino a esta tierra en la naturaleza humana del hombre caído.
Mi sugerencia es que ese proceder, aunque bien intencionado, era totalmente innecesario. Considero que es perfectamente clara y satisfactoria la exposición del problema que hace la propia Ellen White. Escribió:
Que ningún ser humano se aventure en el terreno de hacer a Cristo totalmente humano, como uno de nosotros (original sin cursivas).
Tratemos de interiorizar plenamente esa declaración, procurando que en la exégesis (extraer el significado del texto) no se inmiscuya ninguna eiségesis (proyectar nuestra propia interpretación en el texto). Los siguientes puntos son incuestionables:
a/ La intención del mensaje es advertir sobre algo.
b/ Aunque primariamente dirigida a Baker, la advertencia se expande, abarcando a todo “ser humano”.
c/ El tema objeto de la advertencia es la cristología: la doctrina sobre Cristo.
d/ La formulación de la advertencia no está limitada a la naturaleza humana de Cristo, ni está tampoco limitada a su naturaleza divina. La escritora se está refiriendo a Cristo en su totalidad, el Cristo completo, Cristo en su integridad: el Salvador divino-humano que es tanto Dios como hombre. Ese punto queda claro a la luz de las propias palabras en las que se expresa la afirmación, y también por el contexto, en el que se nos advierte en contra de que
pierda o disminuya de ese modo las claras percepciones de la humanidad de Cristo combinada con su divinidad (original sin cursivas).
e/ El contenido específico de la advertencia consiste en que seamos cuidadosos en no presentar a Cristo ante las personas como si fuese:
1/ Totalmente humano
2/ Tal como uno de nosotros
La advertencia sigue de cerca a declaraciones a propósito de que el nacimiento de Cristo fue un milagro de Dios, y de que la descripción que hace la Biblia de Cristo como Hijo de Dios no se puede aplicar a ningún ser humano fuera de Cristo.
¿Es necesario señalar que no hay lugar para una naturaleza divina en un Cristo que fuese totalmente humano?
¿Es necesario recordar que no hay lugar para una naturaleza divina en un Cristo que fuese en su totalidad como uno de nosotros?
¿Por qué tenemos tanta dificultad en reconocer que la advertencia de Ellen White a Baker tenía el propósito de evitar que su fuerte énfasis en la humanidad de Cristo propiciara que sus oyentes perdieran de vista la igualmente importante divinidad de Cristo, llevándolos a la conclusión de que pudiera haber existido pecado en la vida de Cristo? No olvidemos que esta advertencia va acompañada por no menos de diez claras afirmaciones de que Cristo nunca pecó, ni en una sola ocasión. Ver el capítulo precedente [Apéndice A: Carta a Baker].
¿Pudiera ser que nuestra vacilación en aceptar el significado obvio de la advertencia fuera debida a que nos resulta inconcebible que haya un solo creyente en Cristo que albergue la idea de que pudiera haber habido pecado en su vida?
Lo cierto es que ha habido muchísimos cristianos que han creído que pudiera haber habido pecado en la vida de Cristo. Se los ha venido clasificando en dos grupos:
A/ Los así llamados modernistas de finales del siglo XIX y principio del XX (el término ha caído en desuso, para ser reemplazado por el calificativo más general de liberales). Enseñaban que los avances científicos han convertido en insostenible el relato bíblico del nacimiento milagroso de Cristo, y veían a Cristo como simplemente un gran y buen hombre: no como al Hijo de Dios. No dudaban en admitir la posibilidad de pecado en la vida de Cristo (excepto que negaran la propia existencia del pecado, como hicieron algunos de ellos). Los dirigentes adventistas de su tiempo se opusieron a ellos enérgicamente, como hicieron también otros cristianos conservadores. Se los percibía como militando entre los peores enemigos de Cristo y del evangelio. Se hace realmente difícil imaginar que Baker continuara en el ministerio adventista, en el caso de que hubiera abrazado las doctrinas de los modernistas.
B/ Los adopcionistas de la historia temprana de la iglesia. Constituyeron un cuerpo significativo de cristianos que creían que Cristo comenzó su vida temprana como un ser totalmente humano, como uno de nosotros, pero que posteriormente fue adoptado para venir a ser el Hijo de Dios. No les habría preocupado la existencia de pecado en la vida de Cristo durante el período previo a su adopción. Se pueden leer sus puntos de vista en los escritos de los Padres de la iglesia, contra quienes Ellen White advirtió a Baker.
Mi análisis de la carta a Baker, en las páginas que siguen, me ha llevado a la conclusión de que el adopcionismo es el error contra el que Ellen White advirtió a Baker. Es mi parecer que la lectura que los intérpretes de Ellen White han hecho de esa carta es enteramente artificial e infundada. Dicha interpretación puede hacerse solamente si se ignora la exposición del problema que hace la propia Ellen White.
***
Es un hecho bien conocido que los pioneros de la Iglesia Adventista procedían de un amplio espectro de comunidades religiosas y teológicas, y que después del gran chasco de 1844 dedicaron mucho tiempo y estudio al desarrollo de una plataforma de verdad bíblica sobre la cual pudieran unirse. En sus tempranas conferencias bíblicas alcanzaron una comprensión común de la naturaleza de Dios, de la naturaleza del hombre, del sábado, de la justificación por la fe, etc. No obstante, no resolvieron exitosamente todas sus diferentes formas de comprender la naturaleza de Cristo.
ARRIANISMO
Tan tardíamente como en el cambio de siglo [del XIX al XX], seguía habiendo entre nosotros voces que sostenían de varias maneras visiones limitadas de la divinidad de Cristo 1. En términos generales, esas posiciones caían en la categoría de lo que los teólogos han llamado arrianismo, término que se refiere a un tal Arrio, quien sostenía vigorosamente esos puntos de vista en las grandes controversias cristológicas del siglo cuarto 2.
Según Arrio y quienes seguían ese pensar, Cristo no había coexistido con el Padre por toda la eternidad, sino que había sido creado por el Padre en algún momento del tiempo anterior a la historia del mundo. Se veía a Cristo como al mayor y más elevado de los seres creados por Dios. Por lo tanto, no era “plenamente Dios”, sino una forma menor de deidad.
Ellen White no empleó el término técnico arrianismo, pero testificó de la eterna deidad de Cristo en su gran libro El Deseado de todas las gentes, de tal forma que los errores específicos del arrianismo quedaron inconfundiblemente refutados 3. Por ejemplo:
Desde los días de la eternidad, el Señor Jesucristo era uno con el Padre... (página 11).
El nombre de Dios, dado a Moisés para expresar la presencia eterna, había sido reclamado como suyo por este Rabino galileo. Se había proclamado a sí mismo como el que tenía existencia propia... (página 435).
En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra (página 489).
A la vista de este claro testimonio, los errores de la cristología arriana desaparecieron gradualmente, y es dudoso que pueda quedar hoy en día un solo estudiante adventista que crea que Cristo fue un ser creado.
ADOPCIONISMO
De igual forma, sin identificar el error cristológico por su nombre técnico específico, Ellen White encontró la ocasión para refutar los principios del adopcionismo. Esa posición consistía en que Cristo no fue el Hijo de Dios al nacer, ni durante su vida temprana en esta tierra, sino que vino a ser el Hijo de Dios por adopción. La enseñó en Roma entre los años 189-199 Teódoto el curtidor, un comerciante de cuero procedente de Bizancio 4. La desarrolló y amplió Pablo de Samosata, que fue obispo de Antioquía entre los años 260 y 269. Debido a la gran influencia de este último, en las iglesias de oriente y en las de Armenia se hizo popular la idea, que perduró durante siglos 5. Elipando de Toledo la introdujo entre las iglesias de occidente en el siglo octavo 6.
Si bien existían matices o diferencias en los puntos de vista individuales de los adopcionistas, había tres opiniones básicas que eran generalmente compartidas por todos ellos. La respuesta y refutación de Ellen White a esos puntos de vista las encontramos, no sólo en El Deseado, sino también en la carta a W.L.H. Baker, pastor que estaba empleado en el distrito de Tasmania mientras que Ellen White vivía en Australia, desde donde preparaba el manuscrito para El Deseado de todas las gentes 7.
En esta interesante carta encontramos: (1) una advertencia al pastor Baker relativa a pasar demasiado tiempo leyendo, (2) una amonestación en contra de aceptar las tradiciones de los Padres (un término que, al aparecer en mayúscula, como es el caso en la carta, se refiere a los Padres de la iglesia), y (3) una advertencia en contra de enseñar teorías especulativas que no serían de beneficio para los miembros de iglesia. Presenta también una refutación específica, punto por punto, de los errores del adopcionismo.
I - Posición adopcionista: Jesús no era el Hijo de Dios en su nacimiento. Nació de una mujer de la misma forma en que lo hacen todos los seres humanos. Si bien pudo haber nacido de una virgen, ese hecho carecería de significado teológico alguno. Nació como hijo del hombre, no como Hijo de Dios.
Ellen White escribió a Baker:
Pero Jesucristo era el unigénito Hijo de Dios... Su nacimiento fue un milagro de Dios, ya que, dijo el ángel: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” [Luc 1:31-35].
Esas palabras no van dirigidas a ningún ser humano, excepto al Hijo del Dios infinito (Carta nº 8, 1895; original sin cursivas).
II - Posición adopcionista: Jesús no fue el Hijo de Dios en la primera fase de su existencia terrenal. Fue un ser humano ordinario que se esforzaba heroicamente en alcanzar los conceptos exaltados de pureza y santidad que sostenía, pero sin ser divino en modo alguno. Durante esta fase de su existencia, puesto que era totalmente y exclusivamente humano, debió haber tenido las mismas propensiones del pecado y manchas de corrupción que tienen todos los seres humanos. Pudo incluso haber sido vencido por la tentación, y de hecho pecar. Debido a su constante lucha heroica por alcanzar la santidad, ninguna de esas cosas lo habría descalificado para convertirse en el Hijo de Dios adoptivo en el clímax de su progreso espiritual. Pablo de Samosata lo expresó así:
María no trajo al Verbo, ya que ella no existía desde antes de los siglos. Pero sí trajo a un hombre al mismo nivel que nosotros 8 (original sin cursivas).
Ellen White escribió a Baker:
Que ningún ser humano se aventure en el terreno de hacer a Cristo totalmente humano, como uno de nosotros (original sin cursivas).
Jamás, de modo alguno, deje la más leve impresión en las mentes humanas, de que en Cristo descansara una mancha o inclinación a la corrupción, o de que cediera de algún modo a la corrupción.
No lo presente ante la gente como un hombre con las propensiones del pecado.
Pudo haber pecado; pudo haber caído, pero ni por un momento hubo en él una propensión malvada (Ibíd.)
Esa interesante expresión, “ni por un momento”, parecería indicar que Ellen White retrocedía horrorizada ante esa posición de los adopcionistas, quienes quizá podían aceptar la posibilidad de propensiones malvadas, corrupción e incluso pecado en la temprana vida de Cristo, pero Ellen White no podía. Esa parece ser su principal preocupación en la carta al pastor Baker. En ella afirma repetidamente que Cristo no pecó, mencionándolo hasta en diez ocasiones y descartando con todo esmero la posibilidad de que hubiera cedido a la tentación siquiera en una sola ocasión.
En sus multiformes tentaciones, ni en una sola ocasión hubo una respuesta (Ibid., original sin cursivas).
III. Posición adopcionista: Como resultado de sus batallas heroicas en procura de la santidad, Jesús fue finalmente adoptado como Hijo de Dios. Había diferencia de opiniones respecto a cuándo ocurrió. Algunos lo concebían como un proceso gradual, otros creían que fue con ocasión del bautismo de Jesús, y aún otros en su resurrección. Tras haber sido adoptado, su humanidad se habría fusionado con la divinidad.
Ellen White escribió a Baker:
No es necesario que sepamos el momento exacto en el que la humanidad se unió con la divinidad (Ibid., original sin cursivas).
Además de esa refutación precisa y específica de los errores del adopcionismo en su carta al pastor Baker, Ellen White se extendió en los temas de la divinidad y preexistencia de Cristo, así como en la perfecta ausencia de pecado a lo largo de toda su vida, en El Deseado de todas las gentes.
Algunos han estudiado la carta de Ellen White al pastor Baker, y debido quizá a su falta de familiaridad con los errores cristológicos específicos del adopcionismo que tan enérgicamente estaba rebatiendo, han tenido dificultades con la frase:
ni por un momento hubo en él una propensión malvada
Algunos han visto ahí una evidencia de que ella creía que en su encarnación Cristo tomó la naturaleza de Adán antes de la caída. Otros, al compararla con sus comentarios sobre el mismo tema en El Deseado de todas las gentes, han llegado a la desafortunada conclusión de que expresó puntos de vista discordantes en ese tema particular. No hay evidencia que haga necesaria ninguna de esas conclusiones. Una vez se comprende que la carta a Baker es una refutación punto por punto del adopcionismo con el que el pastor Baker aparentemente se había implicado mediante sus lecturas de los Padres de la iglesia, su línea de razonamiento en la carta queda clara como la luz del día. Y ciertamente no nos vemos obligados a emplear un fragmento de una carta personal a un pastor de Tasmania para desacreditar sus declaraciones relativas a la naturaleza humana de Cristo expresadas en El Deseado de todas las gentes, que constituyen su posicionamiento claro y deliberado sobre la cristología, tal como ella escribió para todo el mundo. Hacer así constituiría una práctica hermenéutica como mínimo cuestionable.
En relación con la naturaleza humana de Cristo, Ellen White, apartándose de forma consciente de la cristología de la Reforma, presenta una cristología similar a la del teólogo suizo Karl Barth, y por la misma razón que él. Obsérvese la comparación:
Karl Barth:
La carne (que fue hecho el Verbo), es la forma concreta de naturaleza humana marcada por la caída de Adán...
No debe darse un oscurecimiento o debilitamiento de la verdad salvadora consistente en que la naturaleza que Dios asumió en Cristo es idéntica a nuestra naturaleza tal como la vemos a la luz de la caída. De no ser así, ¿cómo podría Cristo ser realmente como nosotros?, ¿cómo podría él afectarnos?
...Cristo no escapó al estado y situación del hombre caído, sino que lo tomó sobre sí mismo, lo vivió y lo llevó él mismo como eterno Hijo de Dios 9.
Ellen White:
Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturaleza humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia 10.
A fin de elevar al hombre caído, Cristo debía alcanzarlo allí donde el hombre estaba. Tomó la naturaleza humana, y llevó las debilidades y la degeneración de la raza 11.
Al tomar sobre sí la naturaleza humana en su condición caída, Cristo no participó en lo más mínimo en su pecado 12 (original sin cursivas).
Mi conclusión es que un empleo cuidadoso de los principios hermenéuticos correctos habría hecho imposible emplear la carta a Baker para contradecir El Deseado de todas las gentes. Asimilar la naturaleza humana de Cristo con la de Adán antes de la caída, poniéndolas en contraste con la naturaleza del hombre después de la caída, sencillamente no era la intención de la autora. Ellen White estaba de modo evidente respondiendo a las necesidades de un problema totalmente diferente: la desafortunada implicación del pastor Baker en los errores cristológicos del adopcionismo.
Y la evidencia ciertamente no requiere que acusemos a Ellen White de tomar una postura y a la vez la contraria sobre la naturaleza humana de Cristo. Cuando se aplican los principios hermenéuticos apropiados, sus escritos son claros, consistentes e inequívocos al respecto. Cualquier intento de crear una línea divisoria entre la naturaleza humana de Cristo y la nuestra resulta desmentido por esta declaración tan simple, y a la vez tan profunda en su significado:
Él fue en naturaleza humana, precisamente lo que usted puede ser 13.
Notas:
1. LeRoy Edwin Froom, Movement of Destiny (Washington, D.C., 1971), pp. 148-166.
2. Phillip Schaff, History of the Christian Church (Grand Rapids, 1953), Vol. III, pp. 618-621.
3. Ellen White, The Desire of Ages (Mountain View, 1940).
4. Phillip Carrington, The Early Christian Church (Cambridge, 1957), Vol. II, p. 415.
5. Albert Henry Newman, A Manual of Church History (Philadelphia, 1933), Vol. II, pp. 379-380.
6. H.R. Mackintosh, The Person of Jesus Christ (New York, 1962), p. 223 ff.
7. Ellen G. White, Carta nº 8, 1895, no publicada. Heritage Room de la biblioteca de la universidad de Loma Linda, Loma Linda, California. Una porción aparece en The Seventh-day Adventist Bible Commentary (Washington, D.C., 1953), Vol. V, pp. 1128-1129 (en español, 1102-1103).
8. Newman, op. cit., Vol. K, p. 199.
9. Karl Barth, Church Dogmatics (Edinburgh, 1963), pp. 151-158.
10. White, op. cit., p. 49 (en español, 32).
11. White, Review and Herald, 28 julio, 1874.
12. White, The Seventh-day Adventist Bible Commentary (Washington, D.C., 1953), Vol. V, p. 1131 (en español, 1105).
13. White, Carta nº 106, 1896.
Traducción: www.libros1888.com