Amor que Constriñe
Hoy quiero hablar de mi personaje favorito en el Nuevo
Testamento después de Cristo. Me refiero a Pablo... hombre que de perseguidor
de los cristianos, pasó a perseguido. Hombre que por causa de Cristo pasó
hambre, sed, persecución y naufragio. ¿Dónde estuvo el secreto de su
experiencia? ¿Qué lo motivó a vivir como vivió?
Aunque podemos conocer mucho de su vida y experiencia, tanto en sus escritos
-que constituyen una gran parte del Nuevo Testamento- como en el libro de Los
Hechos, que mayormente es sobre él, hoy nos concentraremos en una porción de
sus escritos que encontramos en 2 Corintios 5:14, lo que constituyó
nuestra lectura bíblica hoy, y los versículos siguientes: "Porque el
amor de Cristo nos constriñe. Pensando esto: que si uno murió por todos,
luego todos murieron, para que los que viven no vivan para sí, sino por aquel
que murió y resucitó por ellos... De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es. Las cosas viejas pasaron, he aquí, todas son hechas
nuevas. Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió a sí mismo por
Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación, que Dios estaba en Cristo
reconciliando consigo mismo al mundo, no tomando en cuenta a los hombres sus
pecados, y nos encargó la palabra de la reconciliación. Así que somos
embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de
nosotros. Os rogamos en nombre de Cristo, reconciliaos hoy con
Dios. Aquel que no conoció pecado, Dios lo hizo pecado, para que nosotros
fuéramos justicia de Dios en él".
Si podemos descubrir el secreto del apóstol Pablo encerrado en estos versículos, podremos hacer de su experiencia la nuestra.
"Porque el amor de Cristo nos constriñe..." (vers. 14, primera parte). Aquí Pablo establece una relación entre lo que Cristo hizo, y cómo él reaccionó; una relación entre lo que Cristo hizo, y sus motivos. La cadena va de la siguiente forma: el amor de Cristo produce amor a Cristo; el amor a Cristo produce la obediencia a sus mandamientos.
Si no hay más obediencia, santidad y consagración, es porque no hay más amor a Cristo, y si no hay más amor a Cristo, es porque no hay una mayor comprensión del amor de Cristo. Cuando no hay ese entendimiento del amor de Cristo, y por lo tanto, no hay amor a Cristo, sustituimos ese amor a Cristo por el amor propio.
Cristo dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15). Pero nosotros decimos: "si te amas lo suficiente a ti mismo que quieres salvar tu alma, guarda los mandamientos; si quieres salvar tu pellejo, guarda los mandamientos; si quieres salvarte del juicio, guarda los mandamientos..." Hermanos, ¿por qué seremos tan insensibles al amor de Dios manifestado en Cristo? ¿Por qué seremos tan egoístas que para motivarnos a la acción, tienen que incentivarnos, como a niños pequeños, con las calles de oro y el mar de cristal?
Me dirijo ahora con todo respeto a los que se dedican al ministerio de la palabra, hermanos ante los cuáles me siento como un niño inexperto: ¡Enfoquemos más el amor de Dios! ¡Levantemos más alto la cruz! ¿Por qué tenemos que apelar al temor al juicio, o a la muerte si nos sorprende sin estar preparados, o animar al egoísmo, apelando al deseo por las bendiciones que acompañan al plan de la redención? ¿No sabéis que cuando infundimos sentimientos de temor, o cualquier otra motivación egoísta, solo estamos provocando una pseudo-obediencia?
Elena White dice claramente que Dios no acepta tal obediencia. Leemos: "El ejercicio de la fuerza es contrario a los principios del gobierno de Dios. Dios desea tan solo el servicio de amor, y el amor no puede ser exigido. No puede ser obtenido por la fuerza o la autoridad. El amor se despierta únicamente por el amor" (El Deseado de todas las gentes, p. 14).
Dios cree que su amor puede tocar con su calor el corazón más frío y derretirlo; el más duro y ablandarlo. ¿Qué fue lo que entendió Pablo del amor de Cristo, que lo motivó? Pablo aprendió dos conceptos: la inclusividad del plan de la redención, y la iniciativa de Dios. ¡Repitan conmigo! ¡Inclusividad e iniciativa!¡Inclusividad e iniciativa!
Primero veamos la inclusividad. Pablo, como miembro de una religión exclusivista, la judía, necesitaba comprender este concepto. En la religión judía, como en toda religión exclusivista, comenzaron por discriminar a los no judíos, y terminaron discriminándose los unos a los otros. Pero él necesitaba romper el cascarón y alcanzar a los demás, comprendiendo que Cristo murió por todos.
Segunda parte del versículo 14: "pensando esto, que si uno murió, luego todos murieron"... y primera parte del 15: "y por todos murió..."
Cristo murió por todos. El mismo Pablo explicó este concepto expresado aquí en las siguientes palabras, que encontramos en Romanos 5:18: "si por la transgresión de uno pasó la condenación a todos los hombres, así por la obediencia de uno pasó a todos los hombres la justificación de vida". La cosa es de la siguiente forma... todo lo que le pasó a Adán nos pasó a todos. Dios creó a Adán, y cuando lo hizo, nos creó a todos. Adán pecó y cuando él pecó, todos pecamos. Pero vino Cristo y tomó la cabeza de la humanidad, y ahora todo lo que le pasa a Cristo, nos sucede a todos. Cristo murió por pagar el precio de la transgresión de la ley, y al hacerlo, toda la humanidad murió, pagando así todos en él, el precio de la transgresión de la ley. En la persona de Cristo, todos pagamos, y por lo tanto, dado que Cristo murió, nadie debe la muerte eterna que la ley exigía.
Veamos un ejemplo de la victoria de Cristo a favor de la humanidad. Elena White dice: "Él es el dueño de cada hombre, mujer y niño que viene a este mundo. Lo llegó a ser cuando pagó el precio de la redención" (Cada día con Dios, p. 356).
Aquí está la respuesta a qué pasa con la salvación de los niños si estos mueren. Se piensa que porque nacemos con naturaleza de pecado, estamos condenados al nacer. Pero Cristo es el dueño de cada ser nacido en este mundo. Satanás, el príncipe de este mundo, se cree dueño de la humanidad, ¡pero el rey genuino, no solo de este mundo sino del universo completo, es Cristo! ¡Le pertenecemos por redención!
En el versículo 19 se nos dice: "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo..." El mundo entero fue reconciliado por medio de Cristo. ¡Y a propósito...! ¿Quién reconcilió al mundo? ¡Dios! Era Dios el Padre, quien estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo. A veces enfatizamos tanto la Trinidad, y la igualdad entre el Padre y el Hijo en carácter; pero cometemos el error de que mientras presentamos a Cristo como tierno y compasivo, presentamos a Dios como rudo y exigente, como si no fuera tan tierno y compasivo como el Hijo. Aún más, le enseñamos a nuestros niños, y a veces nosotros mismos los adultos lo hacemos, a orar a Jesús, como si él fuera mas tierno. La Biblia no nos enseña a orar a Jesús, sino al Padre en nombre de Jesús. Y él mismo afirmó: "no os diré que rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama".
También pintamos a Cristo como teniendo que interceder por nosotros ante el Padre, como si el Padre fuera el malo de la película, como si Cristo tuviera que convencer al Padre, cuando Pablo nos dice que era Dios quien rogaba por medio de Cristo. En realidad, era a favor del Padre que Cristo intercedía delante de nosotros.
Un acontecimiento del siglo antepasado, el siglo XIX, ilustra la verdad de la inclusividad. El primero de Enero de 1863, Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos, declaró libres a todos los negros esclavos. ¿Cuántos eran libres? ¡Todos! ¡Todos eran legalmente libres! Así es como Cristo nos dio a todos la libertad. Pero la cosa no acaba allí. Abraham Lincoln había de tomar la iniciativa de que la noticia llegase a cada rancho, a cada negro esclavo.
Segundo concepto: la iniciativa del amor de Dios. Después de decirnos que "si alguno está en Cristo, nueva criatura es" (vers. 17), se nos dice: "y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió a sí mismo por Cristo..." (vers. 18). Todo el plan de la redención es de la iniciativa de Dios. Esto era un concepto que Pablo debía comprender para poder tomar la iniciativa en llevarle el evangelio a los gentiles. Él mismo lo había experimentado cuando Cristo le salió al encuentro camino a Damasco. No fue él quién buscó a Cristo. Pablo sabía que Dios tomó la iniciativa con Adán y Eva. Sabía que Cristo la tomó con la mujer adúltera y con la mujer samaritana. Tomó la iniciativa con la oveja perdida.
La fe, el arrepentimiento, la conversión, el perdón, todos son iniciativa de Dios. Nuestra única iniciativa... ¿saben cuál es? ¡Nuestra única iniciativa es la de perdernos! Sí, si nos salvamos es por iniciativa de Dios, y si nos perdemos es por nuestra propia iniciativa, por nuestra incredulidad.
A ti que andas lejos de Dios, y que no has hecho tu decisión por Cristo, quiero decirte: si estás aquí hoy es porque Dios ha tomado la iniciativa de tocar tu corazón y traerte a este lugar. Dios te está llamando hoy, y tocando a la puerta de tu corazón.
Juan incluyó estos dos aspectos del amor de Dios que Pablo comprendió, al registrar las palabras de Cristo: "Y yo, si fuere levantado, a todos [inclusividad] atraeré [iniciativa] a mí mismo" (Juan 12:32)
Pero hay un eslabón perdido. Hay un eslabón perdido entre la inclusividad de Dios, quién abarca a todos en su plan de redención, y la iniciativa de Dios. Abraham Lincoln libertó a los negros esclavos, pero todavía quedaban negros esclavos lavando los pies de sus amos, cargándoles agua, y haciendo todo tipo de trabajo pesado en sus granjas. ¿Por qué? Porque necesitaban escuchar la noticia de que habían sido emancipados.
Como los mensajeros de Abraham Lincoln, tú has de dar la noticia a un mundo que no sabe que ha sido redimido por Cristo. Tienen que saber que ya no hay por qué servir al pecado como si fueran sus esclavos.
La segunda parte del versículo 15 dice: "...para que los que viven no vivan para sí". Pablo tenía un nuevo propósito al vivir. Tú también puedes tener una nueva razón, un nuevo propósito para tu vida. Dios, habiéndote reconciliado, puede librarte de ese egoísmo de vivir para ti. No hay mayor infelicidad que vivir para uno mismo. ¡Escucha...! Él "nos dio el ministerio de la reconciliación" (vers. 18), "nos encargó la palabra de reconciliación" (vers. 19). Y "así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros. Os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos hoy con Dios" (vers. 20).
Para este 2004, tú que fuiste reconciliado, puedes ser reconciliador. Tú eres ministro de reconciliación, embajador en nombre de Cristo. Si aprecias ese amor inmensurable, como es tu privilegio apreciar, no podrás callar, al igual que no pudo hacerlo Pablo, lo que Dios ha hecho por ti.
Quiero hoy hacerte una invitación, a ti, que has sido reconciliado, a que toques trompeta y anuncies al mundo que ha sido redimido, que no hay por qué temer, que no son propiedad de Satanás sino herencia redimida de Cristo.
Ya tienes un propósito de vivir, reconciliar a otros: hacerles saber cómo Dios los reconcilió por medio de Cristo.
Junto con Pablo, "doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo de quién toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra... para que arraigados y fundados en amor podáis comprender con todos los santos, la anchura, longura, profundidad y altura, y conozcáis el amor de Dios que excede todo conocimiento, y seáis llenos de la plenitud de Dios".
A ti que has sido herido, no solo por el pecado, sino también por un concepto equivocado del carácter del Padre... a ti te invito a que pases aquí delante y ores junto conmigo.
A ti, que quizás te has creído en algún momento que eres hijo, hija, del mismo Demonio, Dios te dice que eres su propiedad. Tú que piensas que Dios te ha excluido de su plan, quiero decirte hoy, que has sido redimido. Dios te dice: "Deshice como nube tu transgresión y como niebla tu pecado. Vuélvete a mí porque yo te redimí".
A ti, que hoy has tenido la convicción de que has estado sirviendo a Dios por motivos egoístas... quiero decirte... Hay una motivación infinitamente más fuerte, que puede despertar en ti emociones como lo hizo en Pablo, emociones como un volcán, pero no pasajeras, sino principios perdurables.
¡Oremos! Padre, te agradecemos por tu redención. Hoy hay aquí un alma herida que necesita comprender ese amor que constriñe. Nuestra mente limitada y finita necesita ser imbuida por tu Espíritu de tu inmensurable amor. Que apreciemos ese amor, y al apreciarlo, que lo compartamos con otros. Que le dejemos saber al mundo de esta gran redención hecha a favor de todos. En el nombre de Jesús. Amén.