Querido amigo y amiga:

La Biblia refiere la historia de aquel nacimiento de Belén en un pasaje que muy rara vez se considera en estos días navideños. Se trata de Apocalipsis 12:1 al 5. Allí vemos en metáfora a la iglesia como dando a luz a Jesús: "Estaba [la iglesia judía] encinta, y clamaba con dolores, porque estaba por dar a luz... y dio a luz un Hijo varón".

Efectivamente, es el relato de la Navidad, puesto que la misma historia continúa refiriendo los siniestros planes de Herodes para matar al recién nacido niño Jesús: "el dragón se paró delante de la mujer que estaba por dar a luz, a fin de devorar a su Hijo en cuanto naciera". ¡Vaya una suerte la de ese bendito bebé! Apenas acaba de nacer, y ya hay un complot para matarlo.

Desde el mismo nacimiento Jesús fue odiado mortalmente por sus enemigos. A lo largo de sus 33 años de vida sobre nuestro planeta, su parte fue sufrir la oposición y el rechazo. Lo hizo ya desde su tierna infancia en Nazaret, y sabemos bien cómo floreció ese odio en su crucifixión. De hecho, fue literalmente expulsado del mundo mediante el asesinato.

Hoy el mundo sigue odiando a Jesús, a pesar de los millones de postales de felicitación navideña que van a circular. Jesús nos dice con franqueza: "Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me aborreció antes que a vosotros" (Juan 15:18). Dedica algún tiempo a considerar cuál fue especialmente el "mundo" que aborreció a Jesús. Juan añadió, "no os extrañéis, hermanos, si el mundo os aborrece" (1 Juan 3:13). Poco antes de morir, dijo a los discípulos: "seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre" (Mat. 24:9).

Entre el pecado y la justicia, entre la verdad y el engaño, entre el amor y el odio, hay una lucha imposible de suprimir. Considéralo como prefieras, siempre permanece el principio básico de que no hay ninguna comunión entre la luz y las tinieblas. El mismo relato de Apocalipsis 12 nos presenta al dragón esforzándose por destruir la iglesia remanente de Cristo. Jesús conoce el conflicto que siempre han sufrido sus seguidores, y les da ánimo con las palabras registradas en Juan 16:33: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero tened buen ánimo, yo he vencido al mundo". Tu fe convierte la victoria de Cristo en tu propia victoria (1 Juan 5:4).

Ni el "dragón" ni ninguna otra cosa pudo impedir que Jesús naciera en Belén, ni que culminara su obra. Aunque expulsado de esta tierra, nada podrá impedir que Jesús nazca en tu corazón. Pablo dijo a los gálatas: "Hijitos míos... vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros" (4:19). Sólo tú podrías impedirlo, pero si esa fuese tu intención, no estarías leyendo este mensaje. Agradece al Señor por esas buenas nuevas y haz que algún otro las conozca.

R.J.W.-L.B.