Querido amigo y amiga:

¿Qué está haciendo Cristo ahora? Es una pregunta causante de perplejidad en muchos. Antes de dejar el planeta, nos dijo: "Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra" (Mat. 28:18). Pero ¿por qué la maldad va de mal en peor? ¿Por qué no ejerce Cristo esa autoridad poniendo fin al mal? ¿Se habrá tomado quizá unas vacaciones en algún rincón del vasto universo?

Imposible, ya que la tarde que precedió a su crucifixión prometió a los discípulos: "no os dejaré huérfanos, volveré a vosotros" (Juan 14:18). No se estaba aquí refiriendo a su segunda venida en gloria, sino al ministerio del Consolador, el Espíritu Santo. Dijo: "Rogaré al Padre, y os dará otro Ayudador, para que esté con vosotros para siempre" (vers. 16). Ese Ayudador es Cristo obrando por medio del Espíritu Santo. Su primera obra consiste en convencer al mundo de pecado. La evidencia de la obra del Espíritu Santo en ti no es el que te pongas a danzar, a vocear, ni el que caigas en trance al suelo, sino que adquieras conciencia de tu pecado. El Espíritu Santo te muestra cómo eres, y el retrato no resulta nada halagador. Ves tu egoísmo en contraste con la pureza del carácter de Cristo. Esa experiencia está más allá del alcance de cualquiera de nosotros, de no ser gracias a la obra del Espíritu Santo.

Su segunda obra consiste en convencer al mundo de justicia. Es decir, revelar el carácter de Cristo ante nuestros ojos, anteriormente cegados. Su tercera obra es convencer al mundo de juicio. No se trata de una mera repetición de la primera o segunda obras (Juan 16:8 al 11). Jesús espera anhelante que respondamos a las dos primeras obras del Espíritu Santo, y nos proporciona las mejores Nuevas aún de su tercera obra: convencer al mundo de que Satanás ha sido juzgado y condenado. Al creerlo, resulta expulsado de nuestros corazones y vidas. Pasa a ser un enemigo derrotado. Eso imparte un grandísimo consuelo a todo creyente, y le restituye una sana autoestima.

¿Qué está haciendo hoy Jesús? Obrando día y noche, siete días por semana sin fiesta ni interrupción en los corazones humanos, en toda "nación, tribu, pueblo y lengua", para prepararlos para la crisis final, para el desenlace de la gran controversia entre Cristo y Satanás en el universo, y en cada alma.

Si sentiste ya la convicción de pecado, tu gran necesidad, has comenzado a responder a la obra del Espíritu Santo. Se trata de una obra milagrosa. Nuestros corazones pecaminosos no podrían jamás conocerla por sí mismos. Responde plenamente a esa convicción, y no le impidas en su realización en ti de la segunda y tercera obras.

R.J.W.