Querido amigo y amiga:

¿Nos programa la gracia para la rectitud? ¿Nos controla? ¿Cuál es el papel de la voluntad?

Dios es Todopoderoso, pero hay algo que no "puede" hacer: forzarnos a creer y obedecer. No obstante, revela su gracia a todo ser humano. ¿En qué consiste la gracia? En que Dios trata a todo ser humano como si fuera justo, cuando en realidad no lo es. Lo ha venido haciendo desde que el pecado entró en el mundo. Cristo vino a ser nuestro segundo Adán, la nueva Cabeza y Representante de la raza humana, y si bien todos poseemos una naturaleza pecaminosa común "en Adán", dado que Cristo se dio a sí mismo por nosotros, el Padre nos trata de forma generosa, misericordiosa -de gracia-. ¡Nos trata como a su propio Hijo! Nos adoptó "en él" como si nunca hubiésemos pecado. "Nos hizo aceptos en el Amado". Tal es el carácter de su gracia: totalmente inmerecida, absolutamente gratuita. Nuestra fe no añade mérito alguno al don; es sólo nuestra forma de aceptarlo personalmente para vida eterna. "Y esto no de vosotros, pues es don de Dios" (Efe. 2:8; Rom. 12:3).

Pero esa "maravillosa gracia" no nos fuerza a la bondad: tenemos libertad para rechazarla. Podemos elegir despreciarla, como hizo Esaú con su derecho de primogenitura (Gén. 25:34; Heb. 12:16 y 17). Si así lo hicieras, descubrirás en el Día del juicio que has pisoteado al Hijo de Dios, que has tenido por impura la sangre del pacto, y que has afrentado al Espíritu de gracia (Heb. 10:29). Ese "Espíritu de gracia" se ha dado a todo ser humano. Dios no hace acepción de personas. A todos se ha DADO (no meramente ofrecido) la "primogenitura". Dios da a cada uno el "Espíritu de gracia". Es algo tan real, y que se da a cada persona de una forma tan real como la atmósfera misma que rodea el globo, y que todos respiramos. La Cena del Señor nos enseña que todos se deben al cuerpo y la sangre del Hijo de Dios derramados por "la vida del mundo". Ninguno de los perdidos podrá acusar a Dios diciéndole: "¡A mí no me diste tanto como a los que se han salvado!". A todo hijo de Adán se le ha dado igualmente la "primogenitura", la herencia de la vida eterna "en Cristo", "según el puro afecto de su voluntad". Tómala, cuídala con toda tu alma, átala a tu corazón. Lo contrario sería menospreciarla. Si haces lo primero, "crees". Y cuando crees, esa fe obra inmediatamente. No es que hayas de añadir tus obras a esa fe, sino que esa fe obra. Obra por el amor (Gál. 5:6) que proviene de Dios (Rom. 5:5). Pero no lo hace sin tu consentimiento. Cristo no es la oferta, sino el don de Dios a todo hombre. Hay algo que debes hacer: elige recibir la expiación (Rom. 5:8 y 9).

"La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos" a decir ¡¡NO!! a toda tentación de Satanás (Tito 2:11).

La gracia, decididamente, no nos programa ni nos fuerza, pero nos ENSEÑA. Elige aprender.

R.J.W.-L.B.