Querido amigo y amiga:

Estamos seguros de que todos los lectores de ‘Migajas de Vida’ están muy atareados. Muchos de nosotros vivimos en un intento desesperado por mantener a flote nuestra economía, tratamos de vivir con un cierto decoro, intentamos cubrir las necesidades de la familia, educar a nuestros hijos en escuelas cristianas, pagar las facturas, mantener el automóvil en buen funcionamiento... Al mismo tiempo deseamos cumplir nuestro deber de atender a las necesidades y a los necesitados en la iglesia. ¿Acaso no fue Pablo quien dijo que “si alguno no cuida de los suyos, mayormente de sus familiares, niega la fe y es peor que un incrédulo” (1 Tim. 5:8)? En muchas familias, la única forma de escapar a esa maldición que Pablo señala, parece ser el trabajo de ambos esposos fuera del hogar.

¿Comprende todo eso el Señor, y sabe lo atareados que estamos? ¿Cómo espera que equilibremos todas esas demandas insistentes por nuestro tiempo y energías? Podemos encontrar parte de la respuesta en Proverbios 9:1 al 6, donde una mujer representa a la sabiduría, personificando en realidad a Cristo mismo. En los versículos 1 al 3 lo vemos haciendo provisión de un maravilloso banquete, en el que no falta un solo manjar delicioso. Al final del versículo 3 clama desde lo más alto, por las calles y plazas principales, a todos los que están hambrientos, sedientos y ocupados. También a las multitudes en frenética búsqueda de placer: ‘Venid a mi banquete, disfrutad de mi comida. Está a vuestra entera disposición. ¡Venid!’

Aunque estés muy atareado, no puedes recorrer la avenida sin apercibirte de lo que anuncian por aquí y por allí esas grandes carteleras. Dicen los expertos que para poder sobrevivir, una empresa o negocio tienen que anunciarse. ¿Se anuncia Dios? Proverbios responde: ¡Sí! No puedes recorrer un solo día sin oír ese llamamiento, hasta en las calles más transitadas de la vida: ‘¡Ven! ¡Participa de mi banquete!’

¿Nos ama Dios hasta ese punto? ¿O carece quizá su “empresa” de todo tipo de publicidad? ¿Acaso se oculta en el anonimato de un sótano, o en un ático ignorado? ¿Te deja abandonado a ti mismo, atareado, inmerso en los cuidados de esta vida, escondiendo una bendición por si pudiera ser de tu interés, tras penosa búsqueda por tu parte? No. Leemos en Romanos 10:16 al 18: “¿Quién ha creído a nuestro ANUNCIO?... pregunto: No han oído realmente? Claro que oyeron”. “Aunque no se escuchan palabras, ni se oye su voz, por toda la tierra sale su PREGÓN” (Sal. 19:3 y 4). Proverbios 9 nos dice que el Espíritu Santo está gritando a tus oídos un día tras otro, diciendo: ‘¡Ven al banquete, come de mi mesa!’ “Venid a mí”, dijo Jesús, “y yo os haré descansar”. ¿Conoces un ANUNCIO más interesante que ese?

R.J.W.-L.B.