Querido amigo y amiga:

Las publicaciones especializadas en salud pública preveen para principios del próximo milenio una plaga de SIDA causante de más bajas que la segunda guerra mundial, o que cualquiera de los azotes que afligieron a Europa en el siglo XIV. Dos tercios de los contagiados por el SIDA viven en África. En dos de sus países más afectados, la esperanza de vida ha descendido por debajo de los 40 años, en gran parte debido al azote de esa enfermedad. Malas noticias, que desentonan en Migajas de Vida. Si pudiésemos tener un antídoto contra esa plaga, ¿acaso no se trataría de excelentes nuevas?

Pues bien, el caso es que HAY remedio, pero está implícito en una verdad bastante maltrecha e impopular: la obediencia al séptimo de los maravillosos diez mandamientos de Dios.

Especialistas en educación pública sugieren que una vida de pureza, en lo referente a ese punto, resulta poco menos que imposible para la mayoría de las personas, y en el caso particular de África, es general la opinión de que la estricta obediencia al séptimo mandamiento no es más que una obsesión digna de misioneros idealistas y trasnochados. Pero la desobediencia a la ley de Dios está en la base de esa mortífera plaga. Algunos opinan que a un adolescente le resulta imposible resistir la tentación a fornicar. Una parte importante de la juventud africana cree la mentira satánica de que para todos los que hemos heredado una naturaleza pecaminosa de nuestro precursor Adán, la obediencia es imposible.

Pero hay Uno que ha demostrado la falsedad de tal acusación. El Hijo de Dios descendió del cielo, se despojó de las prerrogativas de la divinidad, tomó sobre sí la plenitud de la herencia genética del Adán caído, y en esa naturaleza vivió una vida de perfecta obediencia al séptimo mandamiento. "Tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Heb. 4:15). "Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo... por eso, debía ser en todo semejante a sus hermanos" (2:14-17).

¿Para qué valió esa maravillosa victoria sobre los deseos de nuestra carne? "Para venir a ser compasivo y fiel Sumo Sacerdote ante Dios, para expiar los pecados del pueblo. Y como él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados" (17 y 18). La suposición de que la virgen María, su madre, estuviera "exenta" de heredar nuestra naturaleza humana caída, conlleva idéntica excepción en Jesús, alejándolo con ello de la raza humana necesitada de redención y salvación. Una enseñanza como esa priva a la iglesia del poder para proclamar la obediencia al séptimo mandamiento, lo que explica la inmoralidad prevaleciente en el África "cristiana".

El enemigo de Cristo no tiene mayor inconveniente en reconocer el origen sagrado de Jesús, con tal que pueda mantenerlo alejado del hombre. Dijo por boca del endemoniado: "Sé quien eres, el Santo de Dios". Pero hay una verdad que es objeto de su más acerbo odio: "Muchos engañadores han salido en el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. El que hace esto es el engañador y el anticristo" (2 Juan 7). ¿Has sido bendecido por el descubrimiento de ese Jesús que no está alejado, sino cercano, a la mano? No permitas que nada ni nadie te prive de esa estupenda buena nueva.

R.J.W.-L.B.