Querido amigo y amiga:

Observa cuántos de los que te rodean en este mundo desconocen a ciencia cierta quiénes son. El evangelio te capacita para verlos en una nueva forma. Incluso aquellos que no reconocen de ninguna manera a Dios, gozan de la vida porque Cristo se dio por ellos y a ellos. No lo saben, pero dejarían de existir en este mismo momento, si no fuese porque Cristo dio, y da su vida por ellos. Él es el Cordero que fue muerto desde la fundación del mundo (Apoc. 13:8). Dijo Jesús que su carne sería el pan que daría "por la vida del mundo" (Juan 6:51). En el versículo 33 leemos que "el pan de Dios es aquel que desciende del cielo y da vida al mundo". Y según explica EL DESEADO, lo que significa el versículo 53 es que aún aquellos que nada saben de Jesús y su sacrificio -también los ateos-, están participando de la Cena del Señor sin saberlo: "A la muerte de Cristo debemos aún esta vida terrenal. El pan que comemos ha sido comprado por su cuerpo quebrantado. El agua que bebemos ha sido comprada por su sangre derramada. Nadie, santo o pecador, come su alimento diario sin ser nutrido por el cuerpo y la sangre de Cristo".

¿Es por eso que Pablo dice en 2 Cor. 5:14 y 15 que de aquí en adelante no conocemos a nadie "según la carne"? ¡Podemos ver a TODOS en una nueva luz! Lo que dice el contexto inmediato es que si Cristo "murió por todos, luego todos han muerto". Desde luego, pueden no saberlo, pero no por ello deja de ser cierto. El que tú y yo sepamos algo, no lo convierte en verdadero: ¡era así, lo supiéramos o no! Cada uno de los seres humanos en este mundo disfruta del don de la vida exclusivamente gracias al sacrificio de Cristo por él. El mensaje de Pablo en 2 Cor. 5 consiste en que ya es tiempo de que esas personas sepan a Quién deben todas sus bendiciones.

Pablo continúa afirmando que Dios "nos reconcilió consigo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación". En otras palabras, tenemos que hacer saber a las personas quiénes son: seres humanos redimidos ya de la tumba por el sacrificio de Cristo. Estaban condenados a la muerte, pero viven gracias a Él. Ahora, dice Pablo, "Reconciliaos con Dios". Dios les dice: "Vuélvete a mí, porque yo te redimí" (Isa. 44:22). ¡Créelo! Dile 'Gracias, Señor, por salvarme'. Y cuando lo crees y lo comprendes, te resulta sencillamente imposible seguir viviendo para ti mismo, y te sientes constreñido a vivir por Aquel que murió por ti y resucitó, y por todas las personas por las que dio igualmente su preciosa vida, por TODOS.

R.J.W.-L.B.