Querido amigo y amiga:

Todos hemos oído la frase: 'Cristo te ama'. Es muy cierta. Pero ¿te ama también el Padre?

¿Nos amaba ya, antes de que Jesús muriera por nosotros? ¡SÍ! "Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único..." (Juan 3:16). Si tanto nos amó ANTES que Jesús muriera por nosotros, ¿estaba reconciliado con nosotros antes del sacrificio de Jesús? ¡SÍ! ¿Reconcilió el sacrificio de Jesús el corazón del Padre con nosotros? No, puesto que estaba ya previamente en un estado de reconciliación con nosotros. En ningún momento fue necesario cambio alguno en Él. Ese estado de reconciliación del Padre con nosotros no fue algo derivado del sacrificio de Jesús. El sacrificio de Jesús demostró el hecho de que Él está ya reconciliado con nosotros (Rom. 5:6-11, 15-21).

En ese sentido cabe hablar, no de lo que la cruz efectuó, sino de lo que la cruz demostró.

¿Qué significa eso para nosotros hoy? Y ¿qué significa para las almas por las que oramos y ante las que estamos llamados a testificar? Significa que el Padre no tiene NADA contra NADIE personalmente; ama a todos los hombres; ama al "mundo", aun siendo pecaminoso. La conclusión es, entonces, que Él trata a cada ser humano como si fuese justo, aunque no lo es. Dios ama a la persona, si bien aborrece el pecado. El pecador (es decir, todos) puede aprender a creer que el Padre le ama tanto como le ama el Hijo, y que el Padre le ama tanto como amó a su único Hijo. Ahora bien, el Padre ama tanto al pecador como para querer separarlo de su pecado, el pecado que de hecho lo conduciría a su ruina.

El problema es que el pecador (es decir, todos) quiere aferrarse a su pecado. ¿Qué puede hacer que nos separemos de aquello junto a lo que hemos nacido, y que nos resulta tan querido? Sólo una cosa: la cruz. Esa cruz en la que el Hijo construyó el puente sobre el tenebroso abismo de nuestra separación de Dios. Él también sufrió sintiéndose abandonado de su Padre, cuando clamó "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mat. 27:46). Ningún pecador ha sufrido jamás semejante horror de separación de Dios, como el de Jesús en esa hora. Fue "hecho pecado por nosotros". El mensaje de la cruz nos dice: "Reconciliaos con Dios".

El Padre ha demostrado su reconciliación hacia nosotros; permitamos ahora que esa buena nueva funda nuestro corazón de piedra. "Vuélvete a mí, porque yo te redimí" (Isa. 44:22). "Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí, no imputándole sus pecados... os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios" (2 Cor. 5:18-21).

R.J.W.