Querido amigo y amiga:

Ehud Barak y Yaser Arafat luchan y dialogan por una mejor perspectiva para israelíes y árabes. El mundo contempla esa crisis con inquietud, como fuente potencial de más guerra y sufrimiento para un número incalculable de personas. ¿Cuál fue el origen del conflicto?

El ANTIGUO PACTO que la Biblia describe. Todo comenzó cuando la fe de Abraham vaciló, incapaz de creer las maravillosas promesas del NUEVO pacto que Dios le había anunciado, incapaz de creer que el Señor las cumpliría sin la interferencia de sus propias obras humanas. Abraham tomó una segunda esposa, Agar, y engendró a Ismael. Pero Abraham y Sara vencieron por fin su incredulidad, y nació también Isaac, el hijo-milagro.

Lamentablemente, sus descendientes repitieron 430 años más tarde aquella incredulidad, y dieron lugar al VIEJO pacto, al prometer (Éxodo 19:8): "Todo lo que Jehová ha dicho, HAREMOS". Allí comenzó el prolongado rodeo de siglos, durante los cuales Israel fue dando tumbos, debatiéndose en la incredulidad hasta sufrir finalmente la humillación de ver a Jerusalén y al templo reducidos a cenizas, e ir en cautividad a Babilonia, para acabar crucificando a su propio Mesías. Amargos frutos del viejo pacto.

Gálatas 3:19 dice que la ley de los diez mandamientos ESCRITA EN TABLAS DE PIEDRA, "fue añadida a causa de las transgresiones", hasta que por fin el rodeo nos devolviera a la victoria de Abraham, "a fin de que fuésemos justificados por la fe" en Cristo, al NUEVO pacto, que es el pacto eterno, el pacto o promesa que proviene de Dios y no del hombre (vers. 22 al 24). Hasta el día de hoy, el viejo pacto "engendra hijos para servidumbre" (4:24). Es el causante de la tibieza laodicense, de la parálisis espiritual, del desánimo de millones de jóvenes cristianos.

Dios jamás nos ha pedido que le PROMETAMOS que le obedeceremos. ¡Nos pide que CREAMOS las promesas que Él nos hace! Los términos del viejo pacto son: 'Obedece y vive'; los del nuevo: 'Cree y vive'. Los que se aferran al viejo pacto, temen que el nuevo no produzca la debida obediencia. Pero la conformidad exterior a la letra de la ley de Dios, basada en el miedo, no es verdadera obediencia. En el nuevo pacto, la ley de Dios queda escrita en el corazón y en el alma (Heb. 10:16).

No sé cómo podemos ayudar a los israelitas y a los árabes, pero podemos seguramente arrepentirnos de nuestra mentalidad orientada hacia el viejo pacto. Sólo el nuevo pacto puede preparar a un pueblo para el retorno de Cristo.

R.J.W.