Querido amigo y amiga:

¿Qué hace Jesús por nosotros?

(1) ¿Nos ofrece simplemente la posibilidad de ser salvos?

(2) ¿Nos da realmente el don de la salvación?

¿Hace alguna diferencia el creer de una u otra forma?

Efectivamente. Si crees (1), sentirás que tu salvación se inicia mediante TU acto o elección de aceptar lo que Él ofrece. Si eliges no aceptar, entonces pensarás que Jesús permanece de hecho sin hacer nada por ti. Eso afecta indefectiblemente el corazón. Jamás te moverá un sentimiento de profunda gratitud, en vista del don ya concedido. Más bien pondrás el aprecio en lo que tú has hecho: algo así como firmar una póliza de seguro de accidentes. Quizá sea un buen negocio, pero ahí no estará profundamente implicado tu corazón, y es pena, "porque con el corazón se cree para ser justificado" (Rom. 10:10).

¿Resultado? Eso que la Biblia llama "tibieza": ni frío, ni caliente. Una devoción por Cristo, que en el mejor caso será medida y mediocre (Apoc. 3:14-21). Algo indigno de lo que merece un verdadero Esposo, de parte de su esposa (Apoc. 19:7 y 8).

Pero si crees (2), te sentirás sobrecogido por la comprensión de lo que Jesús ha hecho ya por ti, por aquello que ya te ha dado, y tu gratitud no conocerá límites. El amor de Cristo te apremiará, de forma que ya no vivas para ti, sino para Aquel que quiso padecer los horrores de la segunda muerte en tu lugar (2 Cor. 5:14-21; Heb. 2:9). No habrá entonces freno para tu devoción hacia Él. ¡Imposible ser tibio!

Decimos pues: ¿Qué enseña la Biblia al respecto? ¿Hace Jesús meramente una oferta de salvación, o nos ha concedido verdaderamente el don? Viene a la mente Juan 3:14-19: "Tanto amó Dios al mundo, que DIO a su Hijo unigénito". La única forma en que podemos perdernos es mediante nuestra INCREDULIDAD, es decir, nuestro rechazo deliberado del don. Y la incredulidad consiste en algo así como apagar el interruptor.

Piensa en tu casa. Está saturada de dispositivos que funcionan con electricidad. Hay cables por doquiera. La energía eléctrica está presente en toda tu casa, dispuesta a alumbrar cada habitación, a hacer funcionar el ordenador, el frigorífico, la radio, la televisión, ¡casi todo! Quizá pienses irreflexivamente que el interruptor pone en marcha todos esos aparatos. Pero no es así. Lo que pone en marcha cada aparato es la energía eléctrica que se generó en la central. ¡Todo cuanto pueden hacer los interruptores de tu casa es interrumpirla! (...o bien no interrumpirla).

Así, el evangelio dice: Cristo es ya tu Salvador. Él te ha concedido el don de la salvación; lo ha depositado en tus manos. Tu incredulidad no sería más que el rechazo deliberado del don: apagar el interruptor. Los cristianos estamos en necesidad de replantear nuestra comprensión del evangelio. Esa tibia devoción de la que habla Jesús, sólo puede ser el resultado de dejar de apreciar que el evangelio "es poder de Dios para salvación a todo el que cree" (Rom. 1:16).

Las Buenas Nuevas son mejores de lo que habíamos creído. Y es tiempo de que el mundo las oiga.

R.J.W.