Querido amigo y amiga:

Alguien ha hecho una pregunta digna de reflexión: ¿Qué significa estar "en Cristo"? Pablo llegó "a esta conclusión: que si uno murió por todos, luego todos murieron" (2 Cor. 5:14). ¿Estuvimos todos "en Cristo" cuando murió en la cruz? Si es así, ¿significa que obramos nuestra salvación a partes iguales con Él? Añade Pablo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado" (Gál. 2:20), "sepultados juntamente con Él para muerte por medio del bautismo" (Rom. 6:4), "plantados juntamente con Él en la semejanza de su muerte", "crucificado juntamente con Él", "hemos muerto con Cristo", por lo cual, "también viviremos con Él" (5-11). El concepto de "juntamente con Él" aparece claramente en la Escritura.

Como humanos, todos estamos "en Adán". Es decir, cuando él pecó en Edén, "nosotros" pecamos, de manera que "en Adán todos mueren" (1 Cor. 15:22). Pero "también en Cristo todos serán vivificados". Tiene que haber un marco legal para el evangelio: Cristo, nuestro "segundo Adán". Pero aquí aparece otra declaración que muchos ignoran: Inmediatamente a continuación de "con Cristo estoy juntamente crucificado", en Gálatas 3:1 leemos que "Jesucristo fue ya presentado claramente ante vosotros como crucificado".

Lo contemplamos tan vívidamente que nos identificamos con Él. Quedamos vinculados con Él, resultamos unidos a Él. Empatizamos con Él; nos damos cuenta de que somos nosotros quienes merecemos ser crucificados. "En Él" nos postramos de rodillas en íntima comunión con el Sufriente de Getsemaní. No somos como chiquillos descuidados, carentes de la solemne apreciación por el costo de nuestra salvación. Cuando un niño padece la agonía, ¿acaso no sufren también sus padres? El padre y la madre se entronizan en el hijo, por así decirlo; sienten, se identifican con él.

Cristo muere en la cruz nuestra segunda muerte, la paga del pecado. Lo que implica la "fe" es el identificarnos de ese modo con Él, derramando nuestra alma junto a la suya. Nos contamos como muertos con Él, dice Pablo (Rom. 6:11). Emerge con claridad en Efesios 1: "en [el Amado] tenemos redención por su sangre", no una fría transacción como cuando firmamos una póliza de seguros, sino una identidad de corazón como la que una novia siente por su Esposo (Apoc. 19:7 y 8). La orden de Cristo "permaneced en mí", expresa esa cálida y estrecha intimidad.

Pero observa: todo lo anterior es sólo por la fe, no hay en ello ni una tilde de mérito por nuestra parte. Nuestra identidad con Él consiste en nuestra apreciación sincera de la obra de la gracia manifestada en Cristo, no en una contribución meritoria a nuestra propia salvación, ni siquiera en un 0,0000001 %.

R.J.W.