Querido amigo y amiga:

Imagina al pueblo de Israel saliendo de Egipto, caminando por el desierto en dirección a una fabulosa tierra prometida, bajo la dirección de Dios mismo, su Salvador amante y compasivo. Acababa de librarlos de una esclavitud más real que aquella de la que el presidente Lincoln liberó a los esclavos, en la guerra civil de los Estados Unidos. ¿Puedes ahora imaginar a los esclavos emancipados por Lincoln murmurando amargamente contra él? ¡Impensable! Sin embargo, el pueblo de Israel lo hizo contra su Liberador.

No porque los odiara, sino porque los amaba, su Salvador permitió que fueran atacados por serpientes venenosas, para instruirlos en el evangelio. Todo cuanto tenían que hacer para ser salvos era mirar al Salvador, simbolizado por la representación ¡de la propia serpiente venenosa! elevada sobre un mástil. Encontramos el relato en Números 21:5-9. Jesús explicó a Nicodemo que esa serpiente lo representaba a Él mismo (Juan 3:14). A Cristo, "que no tenía pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros seamos hechos justicia de Dios en él" (2 Cor. 5:21). Dijo Juan el Bautista: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Hay salvación en mirarlo a Él. ¿Cómo?

(1) El pecado de los israelitas fue el mismo que el nuestro, "por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede" (Rom. 8:7). Es rebelión contra Dios, amargura contra Él. ¿Crees no tenerlas por naturaleza? Lee 1ª de Juan 1:9 y ¡vuelve a pensar en ello! Si eres un ser humano, estás en necesidad de sanación. Y el pecado mora en lo profundo: "engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jer. 17:9). Ese enajenamiento de Dios impregna nuestro ser, de la cabeza a los pies, afectando a cada célula de nuestro cuerpo. Es la naturaleza misma con la que nacimos, eso que llevamos en nuestra carne.

(2) El Cordero de Dios que tú y yo hemos de "mirar", contemplar con fervor, "fue hecho" precisamente ESO por nosotros. Si no fuese porque está escrito en la Biblia, más de un cristiano me apedrearía por señalar que Jesús se hizo representar por la serpiente (símbolo del pecado) sobre el mástil. ¿Por qué no mandaría Dios a Moisés hacer un cordero ardiente y ponerlo sobre el mástil, a fin de que los israelitas mordidos por las serpientes pudiesen mirar y vivir? Esta meditación llega a su fin, pero recapacita en ello, porque ahí, en alguna parte, hay verdad salvadora.

R.J.W.